El otro día mantuve un diálogo con una persona que a continuación transcribo con toda la fidelidad que mi memoria me permite:
ÉL: ¿Por qué dejaste la interpretación?
YO: Por varias razones, aunque puede que la fundamental sea que soy el peor actor que haya conocido el mundo desde Jeff Glodblum.
ÉL: No será para tanto. Conozco actores tremendamente malos que se siguen dedicando a ello.
YO: No tendrán ni dignidad ni amor propio... ni vergüenza.
ÉL: Claro, en eso consiste la profesión de actuar, ¿no?
Y mira por dónde, semejante chorrada me hizo reflexionar. Sí, ya sé, yo veo un perro meando en una palmera y reflexiono (y, lo que es peor, acabo soltando mis reflexiones en este blog). Pero bueno, concédeme al menos que la frase da para echar un pequeño pensamiento al asunto.
Vale, pues a mí me lo parece.
A un actor le piden que orine, se bañe, se masturbe o realice el acto más íntimo y personal ante un puñado de desconocidos que van a dejar constancia de ello filmándolo para mostrárselo a (con suerte) cientos de miles de otros desconocidos.
A un actor le piden que haga el ridículo, se humille, ponga en riesgo su integridad física (y ética), se desnude (literal y metafóricamente) y éste lo hace sin poner en cuestión nada de lo que se le pida. Es más: estudia, se esfuerza y dedica su vida a ello.
Imagínese. Usted llega al trabajo por la mañana temprano. Su jefe aparece y, tras saludarle cordialmente, le espeta: “Y ahora, por favor, desnúdate. Gracias. Ahora, por favor, métete en la cama con ese desconocido. Gracias de nuevo –eso sí, educación ante todo-. Y ahora, ¿podrías dejar que te toque...?”.
Pues bien, esta barbaridad es una jornada laboral normal para cualquier actor/actriz. No sé a ti, pero a mí me da qué pensar.
“Bien, vale, gracias. Y ahora, vamos a repetir todo eso diez veces más hasta que lo hagas como a mí me gusta. Muchas gracias”.
Hay que estar hecho de una pasta muy especial.
“Gracias, lo estáis haciendo muy bien pero, ¿os importaría meteros la lengua con más profundidad? Así, mejor, muchas gracias.”
Los actores y actrices que pueblan el mundo son mis héroes. Hacer de todo esto tu profesión y tu forma de vida es digno del mayor de los respetos. Hablan del ego de los actores, de su petulancia, de su egocentrismo... yo creo que estas características hacen que los actores puedan sobrevivir a su trabajo.
Porque alguien con poco ego, inseguridad o modestia no duraría ni media hora en ese trabajo.
“Gracias, gracias. Y ahora, por favor, te vamos a poner en una vía mientras un tren se acerca a ti a toda velocidad. Pero tranquilo, prometemos sacarte de la vía en el último segundo... bueno, esperemos que la persona encargada de ello no tropiece en el último momento”. (Caso real, te lo juro, del rodaje de la película “La Madre Muerta”).
1 comentario:
amen
Publicar un comentario