martes, 29 de septiembre de 2015

Fargo (II)


El capítulo dos se titula “El príncipe gallo” y, como todos, lleva el nombre de una fábula protagonizada por animales. 

Al fin y al cabo, eso es justamente esta serie.

En este caso, una historia protagonizada por peces (Bill, Lester), aves (Molly, Gus) o depredadores como Malvo. Eso sí, aunque ya he hecho alusión a que Malvo está representado por este animal, aún no hemos visto ningún lobo en pantalla, aunque el propio guion del capítulo primero sí se refería a él como tal:


Aunque no será hasta el capítulo final cuando veamos tanto la guarida del lobo como al animal en sí.

Pero bueno, quedémonos en el capítulo dos, que es el que toca ahora.

Como siempre, el objetivo es sorprender al espectador, salir por donde menos se lo espera. Así que arranca el capítulo con dos nuevos personajes. 

Un momento, ¿Malvo no representaba a los matones de la película original? 


Pues no, aquí llegan sus alter egos de la serie: Mr. Numbers (Adam Goldberg) y Mr. Wrench (Russel Harvard) asociados a su tema musical totalmente diferente a lo escuchado hasta ahora, pues está basado en la percusión únicamente. En Fargo los dos matones se caracterizaban porque uno hablaba mucho y el otro casi nada. Aquí, uno habla y el otro, directamente, es sordo y no puede hablar, comunicándose con lenguaje de signos.

Los mandan de Fargo, la sede del crimen organizado a la que pertenecía Sam Hess, para investigar quién lo ha matado. De nuevo, brillante diálogo con joyas como el momento en que Wrench pregunta por qué en el pueblo no hay biblioteca.

Tras la llegada de los matones, asistimos a los actos fúnebres por la esposa de Lester, el cual sigue preocupado por su herida en la mano, que va a peor. La infección ha empezado a extenderse.



No puedo pasar por alto un gran momento en que el hermano le pregunta a Lester qué le parece lo que le han preparado y resulta que señala el culo de su propia esposa a lo que éste echa un vistazo y responde “yah, real good”.


Chazz ofrece a Lester quedarse con ellos unos días mientras pasa la tormenta y Lester acepta. Otro detalle interesante es que mientras hablan, de fondo, el sobrino de Lester, Gordo, ¡juega con una escopeta! Probablemente de juguete, pero aquí ya estamos sembrando visualmente cosas que sucederán más tarde.


Lester va a su casa a recoger cosas antes de volver a casa de su hermano a pasar unos días. De nuevo lo vemos con su característico abrigo naranja. Allí en el piso rememora los momentos de la tragedia, el martillazo, los disparos... en el suelo, sigue la mancha de sangre. 

Y no sólo eso. 

Es interesante cómo esta serie –igual que la película que le precede- refleja una realidad muy distinta a la de otras producciones. Me refiero a la imagen que da de la policía y de las autoridades que han estado allí, en la escena del crimen. Pocas veces nos cuentan lo sucio que lo dejan todo: lleno de guantes azules, vasos de café tirados en el suelo... han hecho su trabajo y se han largado, dejándolo todo hecho un desastre.

Tras ello pasamos por el cementerio, donde Molly va a visitar la tumba de su compañero muerto.

Y ahora vemos los actos fúnebres por Vern Thurman. Allí Molly y la viuda hablan en otro maravilloso diálogo que interrumpe Bill, al que tienen que convencer para ir a interrogar a Lester por todo lo ocurrido.

Mientras tanto, Lester sigue recogiendo cosas en su casa, la cual está repleta de mensajes de autoayuda por todas partes. Es como si su destino estuviera escrito... en las paredes. 

Ya vimos el cartel del pez, aquí descubrimos dos nuevos carteles aún menos sutiles: “Todo sucede por una razón” y “Ve con seguridad en la dirección de tus sueños, vive la vida que siempre has imaginado”. Lester siempre ha vivido una vida de mierda, miserable, y ahora por fin va a empezar a ponerse en el camino que le han marcado sus propias paredes.


Molly y Bill aparecen para interrogarlo. Una característica maravillosa de los diálogos de la serie es que los personajes suelen salir por donde menos se espera. Como en la vida real, en que estás hablando de algo, de pronto un pensamiento te asalta, cambias de tema y acabas hablando de algo que no tiene nada que ver. Así sucede en los diálogos de Fargo constantemente. El realismo que consigue con ello es extraordinario y, además, ayudar a empatizar más con los personajes.

Aquí, por ejemplo, Bill le pregunta si recuerda ese chicle que tomaban cuando eran pequeños. No sabe el nombre y va a estar todo el interrogatorio más pendiente de recordar el nombre del chicle que del propio interrogatorio.

Esto no significa que se trate de detalles intrascendentes y adornos porque sí. Ni mucho menos. Estos detalles en los diálogos sirven para muchas cosas, desde caracterizar a los personajes (la biblioteca de la que antes hablamos y que, de nuevo, nada tenía que ver “en apariencia” con el diálogo que se estaba manteniendo) o exponer el subtexto de la escena (en este caso, Bill no quiere interrogar a Lester, está incómodo porque piensa que el pobre bastante ha pasado ya para molestarlo con preguntas chungas, así que mientras él “pasa” del interrogatorio es Molly la que tiene que hacer las preguntas incómodas).

Por cierto que en este diálogo (y en otro precedente) se hace alusión a Malvo (Molly le pregunta por quién le habló en el hospital) y entonces escuchamos, ¿adivinan? Sí, los cascabeles.

El diálogo termina con Lester preguntándose quién podría haber matado a su pobre mujer.

Y entonces suena el tema musical de Malvo... y lo vemos a él, que acude a correos a recoger el paquete con su siguiente “encargo”. Como siempre, no es una simple escena en que el tipo va a recoger el correo y ya está. De nuevo, hay humor, conflicto, sorpresa... cada pequeño diálogo de la película es una pequeña joya de museo. Una vez le dan el paquete, lo abre y descubre junto a su encargo una nueva identidad falsa. Parece que ahora le tocará ser un pastor (religioso).

En el sobre viene un libro en cuya portada figura el que es su próximo cliente: Stavros Milos. Y la primera imagen que tenemos de él ya está asociada a un animal. En este caso, un perro.


Malvo acude a ver a este nuevo cliente a su empresa, Phoenix Farms, una cadena de supermercados. Y la primera vez que lo vemos...


¿Un rey? ¿Un rey de qué? Ya hemos visto que a Malvo le dan ahora la identidad de un pastor de la iglesia, y es que en esta nueva trama que se introduce en la serie, la de este empresario griego de éxito, aparece un nuevo componente que será muy importante de ahora en adelante: la religión.

Pero no adelantemos nada de a qué viene que la presentación del personaje, el primer plano en el que sale, se le corone como a un rey, porque en breve sabremos el por qué.

Stavros encarga a Malvo que encuentre a la persona que lo está chantajeando. A su lado, su hombre de confianza y jefe de seguridad, Semenko, no ve con buenos ojos este trato, preferiría ser él mismo quien se encargara de encontrar al truhán, pero así están las cosas (por cierto, ¿qué animal hay en la mesa?).


De fondo, animales siendo diseccionados y descuartizados en una carnicería. Precioso.

Y la entrada del hijo de Stavros, Dimitri, otro hijo con pocas luces (aquí parece que todos los hijos son unos tarados) que llega contando un chiste bastante lamentable.

Malvo sale, se roba un nuevo coche como si tal cosa, y vamos a la siguiente escena, donde volvemos con otro personaje al que ya conocemos: Gus Grimly, policía de Duluth. 

Aunque es un patrullero, siempre le encomiendan sustituir al de “animal control” cuando éste está enfermo, que es casi siempre. Así que aquí descubrimos que Gus, más que nada, se dedica a “animal control”.

Repito: “animal control”. En una serie sobre animales.

Sigamos.

Por la noche, tras el trabajo, llega a casa, donde conocemos a su hija Greta. Curiosamente mientras se cambia, la vecina de enfrente, a la que vemos casada y con varios hijos, se le insinúa desde el otro lado. Él parece no querer hacer caso. Pero, de nuevo, el espectador vuelve a percibir esa sensación de que en cada escena puede pasar cualquier cosa, es imposible predecir absolutamente nada, siempre consiguen sorprendernos. Los vecinos de enfrente son judíos y parecen muy devotos. Y es que, como en todo, nada es lo que parece en la superficie.


Aquí Greta pone a su padre ante una paradoja, ¿qué hacer si ves que alguien hace algo malo? Él trata de justificar que a veces es mejor no hacer nada por un bien mayor. En realidad, como ya sabemos, está justificando su actitud de la noche anterior, cuando dejó escapar a malvo para proteger a su familia. Pero su hija es tajante: si viese a alguien hacer algo malo, lo detendría.

Los matones de Fargo investigan en el local donde Hess fue asesinado y allí descubren a un tipo con una herida en la cabeza que bien podría ser el que buscan, por lo que se lo llevan a Bemidji para que lo vea el socio de Hess y corrobore si fue él quien estuvo allí “echándole un vistazo”. 

Por cierto que el símbolo de este pueblo, un tipo con camisa roja a cuadros y un buey azul son los mismo que aparecen, por separado, y simbolizando cada uno un pueblo distinto, en la película original de los hermanos Coen.

 Imagen de la serie.
 Imágenes de la película.

Pero no, este tipo que han cogido no es, así que se tienen que librar de él. ¿Cómo? Plantan un agujero en mitad del hielo y lo echan dentro.

Malvo acude a ver a la esposa de Stavros y conoce a su entrenador personal, un tipejo con bronceado falso que no tarda nuestro asesino a sueldo en reconocer como el chantajista. La escena termina con la llegada del hijo, tras el cual hay un espejo muy chivato que refleja tanto una bandera de iluminación como el micro.


Y volvemos a ver el maletín de Malvo, donde guarda las cassettes con los nombres de aquellos a los que no ha matado, pero ha “convertido” en seres violentos (como él). Digamos que son sus trofeos de caza.

Semenkos (un personaje al que veremos asociado al caballo) llegará para amenazar a Malvo para que se largue, aunque su jefe lo haya contratado no se siente cómodo con él y prefiere encargarse él mismo del caso de chantaje (aunque ya sabemos que Malvo lo acaba de resolver). Por toda respuesta, Malvo se sienta en la taza del váter.

Lo siguiente que sabemos es que han hecho a Bill jefe de policía (no a Molly) y está acomodándose en nueva oficina mientras le lee la cartilla a Molly para que deje en paz a Lester. ¿Y cómo se acomoda Bill en su nuevo despacho? Colocando su animal: un gran atún. 


Al ir a salir de la oficina, Molly ve con tristeza como están borrando el nombre de Vern de la puerta, en un plano que ya vimos en el capítulo primero.


Volvemos al sótano de Lester. Allí descubrimos que éste había guardado el martillo con el que mató a su mujer dentro de la lavadora (dónde si no). 

Y ahora, vuelta a casa de su hermano, donde va a pasar unos días. 

Allí, tras instalarse en la habitación de Gordo, cena con la familia mientras ven el estúpido anuncio de Phoenix Farms protagonizado por Stavros. Chazz ofrece a Lester salir a cazar el fin de semana, su mujer le avisa de lo último que Lester querría es salir a cazar pero.. Lester acepta para sorpresa de todos.


Es evidente que el cambio en él se está produciendo al mismo ritmo que la infección de la mano, provocada por Lorne Malvo. La misma por la que va a una farmacia a por algo para parar la infección, pero Molly aparece por allí y Lester pone pies en polvorosa antes de que le den el medicamento (no sin antes decirle a Molly que en vez de molestarle a él deberían andar buscando al “animal” que mató a su esposa).

La herida parece que seguirá infectándose.

A la mañana siguiente Molly conversará con su padre y le mostrará su preocupación por el asunto y sus sospechas sobre Lester. Pero en esta escena quisiera detenerme en las aves, especialmente los patos, que están por todas partes alrededor de Molly. 




Ya dijimos que en el primer episodio parecía que el equivalente a Marge (Frances McDormand) iba a ser Vern, pero si nos hubiésemos fijado bien hubiésemos observado que Marge en la película estaba asociada a las aves, especialmente a los patos... como aquí lo está Molly.

 Imágenes de la habitación de Marge en Fargo.

Por tanto, el equivalente de Marge en la serie es, indefectiblemente, Molly.


martes, 22 de septiembre de 2015

Fargo


En 1996 se estrenó la (posiblemente) mejor película de los hermanos Coen, Fargo. Al poco, ya quisieron hacer una serie de ella, con Eddie Falco de protagonista, pero la cosa no pasó del piloto.



Casi 20 años después, un tal Noah Hawley presentó un proyecto que se convirtió en la que es, a fecha de hoy, mi serie favorita de todos los tiempos. Hasta el año pasado ese puesto lo ostentaba Twin Peaks (que sé que te importa un rábano y que pasas de las listas de “lo mejor de” pero coño, entonces, ¿qué haces leyendo esta mierda?). Tras ver la serie Fargo por tercera vez, no tengo la menor duda de que esto es lo mejor que se ha hecho para la televisión.



Y a continuación voy a intentar explicar el por qué.



CAPÍTULO PILOTO: LA PARADOJA DEL COCODRILO







Todo empieza igual que la película homónima que inspira el relato. Una carretera, nieve... y una leyenda en pantalla: ESTA ES UNA HISTORIA REAL mientras suena una música muy parecida a la original de Carter Burwell. Y ni en el caso de la película, ni en el caso de la serie, es verdad lo que dicen los carteles. La historia no es real. Todo es mentira. Pero el espectador que se lo trague estará dispuesto a creerse, literalmente, lo que le pongan por delante porque pensará “bueno, supongo que por más bizarro que esto sea, pasaría así realmente”.


Y el primer personaje que conocemos: Lorne Malvo, interpretado por el gran Billy Bob Thornton, quien ya trabajó con los Coen pero... también trabajó en Un plan sencillo, de Sam Raimi, una película que guarda más relación con esta serie que la propia Fargo, ya que cuenta una historia similar (maletín con dinero encontrado, hombres que se transforman en lobos) con la misma moraleja (incluida la misma metáfora, ya que la de Raimi empezaba, literalmente, en un corral de gallinas que eran comidas por un zorro). Pero no adelantemos acontecimientos.

Lo asociamos en principio al color rojo, como vemos en el fotograma. Y será un personaje que nos será presentado desde detrás. De hecho, el encuadre asociado a él será el que muestre su nuca. 

Mientras conduce, escucha una de esas cintas que más adelante descubriremos le gusta grabar de sus “presas” (y que se nota que son recurso para evitar un deus ex machina al final).

Entonces aparece el primer animal de la historia. Un ciervo. Esto es muy importante, ya que la serie va sobre eso: sobre el reino animal. Un ciervo provoca el accidente que causará no pocos problemas a Lorne. Aquí, nada más empezar la serie, ya se nos está adelantando la moraleja del cuento, que se sentenciará en el último episodio. Lorne es un depredador (un lobo)... pero el depredador puede ser vencido por la presa.

El coche vuelca, se le escapa la “presa” del maletero, Malvo dispara al ciervo moribundo y entonces... un sonido. El de una lavadora.


Vemos la lavadora. Estamos en la casa de Lester Nygaard (Martin Freeman). 

Las referencias a la película son constantes, por supuesto, pero el autor sabe jugar con ellas. Lorne es el equivalente a los asesinos a sueldo que contrata el personaje de William H. Macy en la película, y Lester es el equivalente a este personaje: un tipo frustrado, un cuarentón perdedor al que todo el mundo insulta y ningunea, empezando por su propia esposa.

¿Y por qué lo primero que vemos es la lavadora? Porque Lester ES la lavadora. De hecho, de las primeras frases que dice Lester es que la lavadora hoy suena “como enfadada”. Durante todo el –brillantísimo- diálogo desayunando con su mujer (que lo trata como una mierda) escuchamos de fondo el terrible sonido de la lavadora enfurecida. Es el sonido interior de Nygaard, cómo se siente. Oímos, literalmente, su alma.


Nada es casual en la puesta en escena, con encuadres como el que lo muestra a él, con su mujer desenfocada junto a su cabeza, como una vocecita machacona, mientras de fondo, incesante, la furia interior (el sonido de la lavadora).


Bajamos con Lester al sótano (su propia conciencia), donde está la lavadora (su alter ego), y algo más, algo muy importante. Un póster donde leemos “¿Y si tú tienes la razón y los demás no?”. Ese cartel también forma parte de la conciencia de Lester y nos revela algo más. No es casual que sean animales lo que aparecen en el cartel. Peces. Ése es el animal de Lester. Si Malvo es un lobo, Lester es un pez. Al menos, por el momento. 


Por cierto, si os fijáis en la imagen, veréis el reflejo de Lester metido literalmente en el bombo de la lavadora.

Pobre Lester. Pobre pececillo.


Y entonces vemos a Lester salir de casa. Lleva puesto un abrigo con el que lo identificaremos hasta el final de la serie. ¿Y de qué color es? Un momento, ¿dónde he visto ese color antes? Lester no es sólo un pez, es el pez que nada a contracorriente.


Sigamos.


Vemos a Lester en su trabajo. Como Jerry (William H. Macy) en la película, es un vendedor pésimo, y los clientes huyen de él. Los primeros clientes a los que le vemos tratar de vender un seguro –magistralmente elegidos por el inspiradísimo casting, que hace que cada personaje se quede en tu retina para siempre, que todos tengan personalidad y sean de un modo u otro peculiares- saldrán huyendo de la tienda.

Y es que el pobre Lester, para convencerlos de contratar un seguro de vida, les relatará las terribles cosas que les podría pasar en la vida... y que sucederán a este pobre cliente en el último capítulo de la serie. 

Por cierto, que si miráis de nuevo el plano veréis a la derecha, en primer término y desenfocado, un premio a espaldas de Lester. El premio a “Mejor vendedor del año”. Alguien en la oficina lo ha ganado. Él no. 

Todavía.


Ni que decir tiene que en toda esta sección de la serie la paleta de color asociada a Lester será... sí, gris. 

Pobre Lester. 


Funde su imagen con la de una lavadora. Nueva. Reluciente. Él la mira en un escaparate. Con deseo. La lavadora es él, su alma. Ojalá una nueva, que la que tiene es una mierda, está cascadísima. Pero claro, no se la puede permitir. Se jode con un alma renqueante y castigada.


Aparece Sam Hess con sus dos (imbéciles) hijos y, como hacía en el instituto, acosa al pobre Lester, en esta ocasión en presencia de sus vástagos. La cosa acaba con Lester estampado contra el escaparate de la tienda de electrodomésticos, rompiéndose la nariz.

No analizo en detenimiento el diálogo de la escena porque entonces no acabo nunca; pero cada frase, cada giro, es sencillamente genial, repleto de subtexto y de un humor tan brillante como inteligente. Tampoco me detengo en la planificación (Hess en planos contrapicados, por ejemplo) porque ya digo, no acabamos nunca.


Y en el hospital, por fin, en el minuto 10 de la serie, se produce el detonante de la historia. Lester va por su nariz, Malvo por el golpe con el coche. Allí hablan y Malvo, que disfruta tanto “cazando”, ve en la historia de Lester una posibilidad para jugar con una nueva presa (¿Lester o Hess?). Dice a Lester que si quiere él puede “encargarse” del que le ha hecho eso y le lleva jodiendo la existencia desde el instituto. ¿Sí o no? Lester no contesta directamente pero lanza un “sí” a una enfermera, y Malvo no necesita más. 

¿Por qué hace esto por Lester? Por dos razones: una, él necesita pocas excusas para una cacería, como buen depredador que es. Y dos, porque el bueno de Lester al inicio de la charla le ofrece un refresco.

De nuevo, el diálogo en esta escena (que dura más de cinco minutos) es digno de un museo.

Tras el punto de arranque, conocemos más personajes de la trama. Molly Solverson, la agente de la policía que ha descubierto el coche siniestrado de Malvo y el jefe de policía Vern Thurman, en una escena muy similar a otra de la película original.

Vamos con él a su casa y resulta que su mujer, Ida, está embarazada. Un momento, ¿no estaba embarazada la agente de policía en la película? Ya está, ya tenemos otra equivalencia, este jefe de policía es el alter ego del personaje interpretado Frances McDormand. 

De nuevo, una escena costumbrista de diálogo entre marido y mujer (al estilo de los Coen), romántica, divertida y brillante. No consiguen decidirse por el color del que pintarán la habitación del bebé.

Malvo va a visitar a Hess a su empresa, “para echarle un vistazo”, y allí vemos a sus hijos jugando con muñecas hinchables. Sí, cada escena es una pequeña joya, totalmente inesperada. Nunca, nada, jamás, es como te esperas, el autor siempre encuentra la forma de “aliñar” cada escena con elementos inesperados, originales, y que por supuesto siempre sirven al subtexto de la trama, además de hacerla más divertida y sorprendente.

Por cierto, que aquí escuchamos por primera vez el sonido de los cascabeles asociados a Lorne Malvo. Un sonido que se repetirá constantemente a lo largo de la trama. Si el sonido de Lester es el de la lavadora, el de Malvo son los cascabeles. Aparte, por supuesto, cada personaje tiene su leit motiv musical.


Los Nygaard van a visitar al hermano de Lester. De nuevo, como siempre, cada pequeño detalle está lleno de elementos que hacen de cada segundo algo excepcional. Llaman a la puerta. Lo normal es que les abran y punto. Pues no, abre su sobrino, con un gorro de pirata y les cierra de nuevo la puerta en las narices. Tienen que volver a llamar y, ya sí, les abre su cuñada. Y ya, con eso, conocemos cómo es su sobrino (que por cierto se llama Gordo). Nos han sorprendido, nos hemos reído y nos han presentado a un personaje. Todo en menos de cinco segundos de escena.

La escena siguiente retrata perfectamente a cada personaje. El hermano de Lester, Chaz, embadurnado en grasa preparando un jamón para la cena. Y Lester... bueno, sólo mira la imagen. ¿Quién coño bebe cerveza de una lata con una pajita?


Los hermanos Nygaard van al garaje, donde el guion planta unos pocos antecedentes. Las armas que Chaz colecciona, y que luego Lester utilizará para incriminarlo. Su armario “secreto”. Y... un momento, ¿qué es eso del fondo? ¿Un cepo? Si has visto la serie entera, pues ya estás viendo el cepo que al final Lester usará para “atrapar” al lobo.


De nuevo, una escena inspirada por los dioses tan bien escrita que ruboriza. Lester deja caer el arma favorita de su hermano por lo que éste empieza a descargar más mierda sobre él, insultándolo “a veces le digo a la gente que mi hermano está muerto” y llenando el vaso de Lester (o la lavadora, lo que sea) hasta que, dentro de poco, esté a una gota de rebosar.

Volvemos a la trama de Malvo y descubrimos la empresa de matones a sueldo que le encarga un nuevo trabajo en Duluth. Pero antes, Malvo seguirá a Hess hasta un club de streaptease.


De nuevo, el plano-nuca de Malvo.

Ve a Hess contratar los servicios de una prostituta y mientras disfruta de ellos (en un cuarto de mantenimiento del local) Malvo le clava un cuchillo en el cuello. 

El corte entre esta escena y la siguiente es sublime. Justo cuando la chica va a gritar pasamos de súbito al silencio de la habitación del jefe de policía Thurman y el teléfono que suena. De nuevo, en una escena muy similar a otra de la película en que la agente debía acudir en medio de la noche a una llamada de emergencia.


- ¿Qué quieres que ponga como “causa de la muerte”?
- Pon que se explica por sí misma.

De nuevo, humor y diálogos brillantes en cada escena. 

Y aquí conocemos a otro gran personaje, Bill, interpretado por Bob Odenkirk. Un agente mediocre, que no soporta la visión de la sangre. Lo opuesto a nuestros dos protagonistas, que aunque rurales y sencillos, poseen un gran sentido común e intuición. Hablan de la posibilidad de que este crimen esté relacionado con el crimen organizado en Fargo, con el que Hess estaba relacionado. Pero ya sabemos que no, esto es un tema personal, un capricho que Malvo se ha dado entre trabajitos.

Y nos vamos a él, que está registrándose en un hotel. Importante es que en este diálogo entre Malvo y la gerente del hotel –con la que de nuevo juguetea como un gato con un ratoncillo entre sus garras- se hable de animales. Ella le pregunta si tiene mascotas y él responde “¿y si traigo un pez?”. Y todo esto, con un pez de fondo. Y es que sí, es un pez lo que le ha traído ahí. Un pez llamado Lester Nygaard.


Por cierto que digno de mención es el peinado de Malvo. Es espeluznante precisamente porque no es espeluznante. Es casi nerd. Pero en un tipo como él, con el contexto que conocemos, funciona porque es –de nuevo- lo último que esperaríamos en el peinado de un asesino despiadado.

En esta escena volvemos a ver el gusto de Malvo por “jugar” con la gente. Pero, ¿qué hace exactamente Malvo con sus presas? Pues es como un vampiro, a los que no mata, los "transforma". Todo aquel que se cruza con él acaba cometiendo actos violentos: la mujer y su hijo en el motel; el hijo de los Hess al que llamará por teléfono... Lester. Y se nota que Malvo disfruta con ello.


En la siguiente escena conocemos a Lou Solverson (Keith Carradine), padre de Molly, que fue agente de policía, como ella, tiempo atrás, pero que a raíz de un terrible caso que le supuso la cojera que ahora vemos (y que será narrado en la segunda temporada de la serie) dejó el cuerpo. Ahora regenta un restaurante llamado simplemente Lou’s. 

Vern llega y desayuna con Molly... y le asegura que ella llegará a jefa de policía, como lo es él. Algo que se cumplirá en el capítulo final de la serie, por cierto.


A continuación seguimos conociendo más personajes. En este caso, a la viuda de Hess, una ex bailarina de streaptease que ya por su aspecto vemos lo muy sentida que está por la muerte de su marido. Sus hijos y su abogado sí guardan el luto, por cierto. Malvo llama a la casa para seguir manipulando a sus presas, jugando con ellas: le dice a uno de los hijos que será el otro el que lo herede todo, estallando el conflicto entre ambos. Ah, y mientras, lo hace, suenan cascabeles.

De nuevo llega la policía y la resolución de la escena es tan divertida como memorable. Ah, por cierto, fíjense en la mesita. ¿Qué animal son los Hess? Ya vimos al señor Hess montar a una prostituta (y contó al propio Lester que se lo hizo con su mujer), y es que estos chicos luces no tendrán pero son unos auténticos sementales.


Ah, y seguro que ya te has fijado en que en el plano de la señora Hess hay también un animal.

Volvemos a Lester, cuyo jefe (de nuevo una elección de casting sublime) le encarga todo el papeleo por la muerte de Hess. Y aquí ya empezamos a escuchar los cascabeles sin que Malvo esté presente. No es necesario, igual que el sonido de la lavadora hace presente a Lester, el de los cascabeles trae la presencia de Malvo sin tener que verlo. Y es que, ¿qué se le viene a la cabeza a Lester nada más escuchar hablar de la muerte de Hess? Los cascabeles nos lo dicen: Lorne Malvo.

E inmediatamente, en la siguiente escena, Lester tiene un encuentro con Malvo en una cafetería. Lester le recrimina lo que ha hecho pero Malvo le da una lección que es la base de la serie: no somos tan civilizados como creemos, hace poco estábamos subidos a árboles. Y es que, en esencia, somos animales. Y así funciona el reino animal. Con la mierda que nos hacen tragar (el jefe, la mujer, etc) o les demuestras que sigues siendo, en el fondo, una bestia, o acabarás desapareciendo (Darwim 1.1).

Otra cosa interesante es analizar la interpretación de Martin Freeman, tomando gestos y tics de William H. Macy en la película y añadiendo otros de su propia cosecha para crear un personaje hipnótico al que podríamos estar mirando hablar durante horas y seguiría siendo fascinante.


Volvemos a la comisaría, cuya escena comienza con un plano del nombre del jefe de policía grabado en el cristal. Este grabado, por cierto, volveremos a verlo en el capítulo siguiente. Vern habla con su mujer y deciden pintar la habitación de blanco. ¿Qué tonalidad de blanco? Eso no está muy claro así que Vern llevará muestras de pintura a casa esta noche para poder elegir.

Vern sale de la tienda de pintura con las latas y recibe un aviso de Molly, ha hablado con un testigo en el hospital que asegura que vio a Lester hablar con un desconocido sobre Sam Hess. Vern pasará por casa de Lester para comprobarlo.

En casa de Lester éste trata de arreglar la lavadora (su vida) pero es un puto desastre. Y aquí tenemos el resultado. La lavadora, como él, está que echa humo.


Por ello su mujer se burla de él y lo machaca... Lester no puede más y, siguiendo el consejo de Malvo, entra en acción de una vez. Mata a su mujer a martillazos. Salpicando el famoso póster. Y provocando el primer punto de giro de la trama.


Está claro el paralelismo entre este personaje y el de Larry en la película. Ambos maquinan contra su mujer y la acaban matando. Larry de forma inintencionada. Lester a mala leche. Y es que la serie irá mucho, muchísimo más lejos que la película.

En este sentido es admirable como el guión de la serie sigue el patrón marcado por la película pero es capaz de ahondar y aportar capas mucho más allá de lo marcado por aquella. Un trabajo soberbio.

A continuación, llamará a Malvo con la intención de tenderle una trampa y que parezca que ha sido él quien ha matado a su mujer; de nuevo con recursos de diálogo brillantísimos, como cuando contesta la recepcionista del hotel y él, sin saberlo, empieza a hablar como si fuese con Malvo... o que, por primera vez, el personaje –en pleno proceso de transformación- deje de usar la palabra “heck” por la palabra “hell”, mucho más fuerte y visceral. 

Pero todo se complica porque el jefe de policía aparece en su puerta. La escopeta con la que él mismo pensaba matar a Malvo para incriminarlo acaba en manos de éste y dispara al agente. 

Entonces sucede algo crucial en la historia. Un perdigón disparado por Malvo llega a la mano de Lester. Esta herida se infectará. Malvo ha infectado a Lester, y a medida que la serie avance veremos que esa infección irá a más. 


Con el agente muerto en su salón y su mujer muerta en el sótano, ve que Molly llega también y tiene la idea de golpearse la cabeza contra la pared (donde está el póster de los peces) para que cuando ella lo vea esté también herido inconsciente en el suelo, como una víctima más en toda esta masacre. 

Por cierto que mientras planea todo esto, muy de fondo, oímos el sonido de la lavadora. Ah, y si alguien tiene dudas acerca de qué animal es Lester... 


Molly acarrea la dura tarea de informar a la mujer de Vern de su muerte, en una preciosa escena sin palabras. Nótese por cierto el uso de los botes de pinturas en el encuadre.


Saltamos a otro pueblo, Duluth, donde se nos presenta a otro personaje, Gus Grimly (Colin Hanks, hijísimo de), nuevamente de forma magistral. Es un agente de policía viudo y tiene una hija. ¿Cómo se comunica con su hija? A través de un walkie talkie. De nuevo, buscando la forma más original y a la vez metafórica de mostrar las cosas.


Por cierto que en Duluth la paleta de color tornará hacia los tonos anaranjados.

Gus detiene a Malvo por exceso de velocidad pero, de nuevo, en un soberbio tour de force dialogístico, Malvo escapa simplemente usando su poder de convicción (y mencionando a un nuevo animal-depredador para referirse a sí mismo: el dragón). Como hemos dicho, todo el que se cruza con Malvo o acaba muerto o acaba también convertido en depredador. Pero Gus no mata a nadie ni realiza ninguna acción violenta, ¿verdad?

¿Verdad?

Volvemos al hospital, donde está ingresado Lester. ¿Y qué escuchamos? La lavadora. Pero inmediatamente, Lester se percata de su herida, y un nuevo sonido. ¿Quién lo ha infectado? Exacto. Escuchamos los cascabeles.


El capítulo termina con Lou tratando de convencer a su hija de que deje el cuerpo de policía, es demasiado peligroso. Puede trabajar con él en el restaurante. Pero no. Ella seguirá haciendo lo que le gusta hacer.

Y es que Noah Hawley ha jugado con nuestras expectativas. El equivalente a Marge (Frances McDormand) en la serie no era Vern, sino Molly.

Y ésta va a ser su historia.

Con ella termina el episodio piloto de Fargo.

(CONTNUARÁ...)



(...si tengo constancia y paciencia, que lo mismo no paso de aquí).