El capítulo dos se titula
“El príncipe gallo” y, como todos, lleva el nombre de una fábula protagonizada
por animales.
Al fin y al cabo, eso es justamente esta serie.
En este caso, una historia protagonizada por peces (Bill, Lester), aves (Molly, Gus) o depredadores como Malvo. Eso sí, aunque ya he hecho alusión a que Malvo está representado por
este animal, aún no hemos visto ningún lobo en pantalla, aunque el propio guion
del capítulo primero sí se refería a él como tal:
Aunque no será hasta el
capítulo final cuando veamos tanto la guarida del lobo como al animal en sí.
Pero bueno, quedémonos en el
capítulo dos, que es el que toca ahora.
Como siempre, el objetivo es
sorprender al espectador, salir por donde menos se lo espera. Así que arranca el
capítulo con dos nuevos personajes.
Un momento, ¿Malvo no representaba a los matones de la película original?
Pues no, aquí
llegan sus alter egos de la serie: Mr. Numbers (Adam Goldberg) y Mr.
Wrench (Russel Harvard) asociados a su tema musical totalmente diferente a lo
escuchado hasta ahora, pues está basado en la percusión únicamente. En Fargo
los dos matones se caracterizaban porque uno hablaba mucho y el otro casi nada.
Aquí, uno habla y el otro, directamente, es sordo y no puede hablar, comunicándose con lenguaje de signos.
Los mandan de Fargo, la sede
del crimen organizado a la que pertenecía Sam Hess, para investigar quién lo ha
matado. De nuevo, brillante diálogo con joyas como el momento en que Wrench
pregunta por qué en el pueblo no hay biblioteca.
Tras la llegada de los
matones, asistimos a los actos fúnebres por la esposa de Lester, el cual sigue preocupado
por su herida en la mano, que va a peor. La infección ha empezado a extenderse.
No puedo pasar por alto un
gran momento en que el hermano le pregunta a Lester qué le parece lo que le han preparado y
resulta que señala el culo de su propia esposa a lo que éste echa un vistazo y
responde “yah, real good”.
Chazz ofrece a Lester
quedarse con ellos unos días mientras pasa la tormenta y Lester acepta. Otro
detalle interesante es que mientras hablan, de fondo, el sobrino de Lester,
Gordo, ¡juega con una escopeta! Probablemente de juguete, pero aquí ya estamos
sembrando visualmente cosas que sucederán más tarde.
Lester va a su casa a
recoger cosas antes de volver a casa de su hermano a pasar unos días. De nuevo
lo vemos con su característico abrigo naranja. Allí en el piso rememora los
momentos de la tragedia, el martillazo, los disparos... en el suelo, sigue la
mancha de sangre.
Y no sólo eso.
Es interesante cómo esta serie –igual que la
película que le precede- refleja una realidad muy distinta a la de otras
producciones. Me refiero a la imagen que da de la policía y de las autoridades
que han estado allí, en la escena del crimen. Pocas veces nos cuentan lo sucio
que lo dejan todo: lleno de guantes azules, vasos de café tirados en el
suelo... han hecho su trabajo y se han largado, dejándolo todo hecho un
desastre.
Tras ello pasamos por el
cementerio, donde Molly va a visitar la tumba de su compañero muerto.
Y ahora vemos los actos
fúnebres por Vern Thurman. Allí Molly y la viuda hablan en otro maravilloso
diálogo que interrumpe Bill, al que tienen que convencer para ir a interrogar a
Lester por todo lo ocurrido.
Mientras tanto, Lester sigue
recogiendo cosas en su casa, la cual está repleta de mensajes de autoayuda por
todas partes. Es como si su destino estuviera escrito... en las paredes.
Ya
vimos el cartel del pez, aquí descubrimos dos nuevos carteles aún menos
sutiles: “Todo sucede por una razón” y “Ve con seguridad en la dirección de tus
sueños, vive la vida que siempre has imaginado”. Lester siempre ha vivido una
vida de mierda, miserable, y ahora por fin va a empezar a ponerse en el camino
que le han marcado sus propias paredes.
Molly y Bill aparecen para
interrogarlo. Una característica maravillosa de los diálogos de la serie es que
los personajes suelen salir por donde menos se espera. Como en la vida real, en
que estás hablando de algo, de pronto un pensamiento te asalta, cambias de tema
y acabas hablando de algo que no tiene nada que ver. Así sucede en los diálogos
de Fargo constantemente. El realismo que consigue con ello es extraordinario y,
además, ayudar a empatizar más con los personajes.
Aquí, por ejemplo, Bill le
pregunta si recuerda ese chicle que tomaban cuando eran pequeños. No sabe el
nombre y va a estar todo el interrogatorio más pendiente de recordar el nombre del chicle que del propio interrogatorio.
Esto no significa que se
trate de detalles intrascendentes y adornos porque sí. Ni mucho menos. Estos detalles en los diálogos sirven para muchas cosas, desde caracterizar a los
personajes (la biblioteca de la que antes hablamos y que, de nuevo, nada tenía
que ver “en apariencia” con el diálogo que se estaba manteniendo) o exponer el
subtexto de la escena (en este caso, Bill no quiere interrogar a Lester, está
incómodo porque piensa que el pobre bastante ha pasado ya para molestarlo con
preguntas chungas, así que mientras él “pasa” del interrogatorio es Molly la
que tiene que hacer las preguntas incómodas).
Por cierto que en este
diálogo (y en otro precedente) se hace alusión a Malvo (Molly le pregunta por
quién le habló en el hospital) y entonces escuchamos, ¿adivinan? Sí, los
cascabeles.
El diálogo termina con
Lester preguntándose quién podría haber matado a su pobre mujer.
Y entonces suena el tema
musical de Malvo... y lo vemos a él, que acude a correos a recoger el paquete
con su siguiente “encargo”. Como siempre, no es una simple escena en
que el tipo va a recoger el correo y ya está. De nuevo, hay humor, conflicto,
sorpresa... cada pequeño diálogo de la película es una pequeña joya de museo.
Una vez le dan el paquete, lo abre y descubre junto a su encargo una nueva
identidad falsa. Parece que ahora le tocará ser un pastor (religioso).
En el sobre viene un libro en cuya portada figura el que es su próximo cliente: Stavros Milos. Y la
primera imagen que tenemos de él ya está asociada a un animal. En este caso, un
perro.
Malvo acude a ver a este nuevo
cliente a su empresa, Phoenix Farms, una cadena de supermercados. Y la primera
vez que lo vemos...
¿Un rey? ¿Un rey de qué? Ya
hemos visto que a Malvo le dan ahora la identidad de un pastor de la iglesia, y
es que en esta nueva trama que se introduce en la serie, la de este empresario griego de éxito, aparece un nuevo componente que será muy importante de ahora
en adelante: la religión.
Pero no adelantemos
nada de a qué viene que la presentación del personaje, el primer plano en el
que sale, se le corone como a un rey, porque en breve sabremos el por qué.
Stavros encarga a Malvo que
encuentre a la persona que lo está chantajeando. A su lado, su hombre de
confianza y jefe de seguridad, Semenko, no ve con buenos ojos este trato,
preferiría ser él mismo quien se encargara de encontrar al truhán, pero así están
las cosas (por cierto, ¿qué animal hay en la mesa?).
De fondo, animales siendo
diseccionados y descuartizados en una carnicería. Precioso.
Y la entrada del hijo de
Stavros, Dimitri, otro hijo con pocas luces (aquí parece que todos los hijos
son unos tarados) que llega contando un chiste bastante lamentable.
Malvo sale, se roba un nuevo
coche como si tal cosa, y vamos a la siguiente escena, donde volvemos con otro
personaje al que ya conocemos: Gus Grimly, policía de Duluth.
Aunque es un
patrullero, siempre le encomiendan sustituir al de “animal control”
cuando éste está enfermo, que es casi siempre. Así que aquí descubrimos que Gus, más
que nada, se dedica a “animal control”.
Repito: “animal control”. En
una serie sobre animales.
Sigamos.
Por la noche, tras el
trabajo, llega a casa, donde conocemos a su hija Greta. Curiosamente mientras
se cambia, la vecina de enfrente, a la que vemos casada y con varios hijos, se
le insinúa desde el otro lado. Él parece no querer hacer caso. Pero, de nuevo,
el espectador vuelve a percibir esa sensación de que en cada escena puede pasar
cualquier cosa, es imposible predecir absolutamente nada, siempre consiguen
sorprendernos. Los vecinos de enfrente son judíos y parecen muy devotos. Y es
que, como en todo, nada es lo que parece en la superficie.
Aquí Greta pone a su padre
ante una paradoja, ¿qué hacer si ves que alguien hace algo malo? Él trata de
justificar que a veces es mejor no hacer nada por un bien mayor. En realidad,
como ya sabemos, está justificando su actitud de la noche anterior, cuando dejó
escapar a malvo para proteger a su familia. Pero su hija es tajante: si viese a
alguien hacer algo malo, lo detendría.
Los matones de Fargo
investigan en el local donde Hess fue asesinado y allí descubren a un tipo con
una herida en la cabeza que bien podría ser el que buscan, por lo que se lo
llevan a Bemidji para que lo vea el socio de Hess y corrobore si fue él quien
estuvo allí “echándole un vistazo”.
Por cierto que el símbolo de este pueblo,
un tipo con camisa roja a cuadros y un buey azul son los mismo que aparecen, por
separado, y simbolizando cada uno un pueblo distinto, en la película
original de los hermanos Coen.
Pero no, este tipo que han cogido no es,
así que se tienen que librar de él. ¿Cómo? Plantan un agujero en mitad del hielo
y lo echan dentro.
Malvo acude a ver a la
esposa de Stavros y conoce a su entrenador personal, un tipejo con bronceado
falso que no tarda nuestro asesino a sueldo en reconocer como el chantajista.
La escena termina con la llegada del hijo, tras el cual hay un espejo muy
chivato que refleja tanto una bandera de iluminación como el micro.
Y volvemos a
ver el maletín de Malvo, donde guarda las cassettes con los nombres de aquellos
a los que no ha matado, pero ha “convertido” en seres violentos (como él).
Digamos que son sus trofeos de caza.
Semenkos (un personaje al
que veremos asociado al caballo) llegará para amenazar a Malvo para que se
largue, aunque su jefe lo haya contratado no se siente cómodo con él y prefiere
encargarse él mismo del caso de chantaje (aunque ya sabemos que Malvo lo acaba de
resolver). Por toda respuesta, Malvo se sienta en la taza del váter.
Lo siguiente que sabemos es
que han hecho a Bill jefe de policía (no a Molly) y está acomodándose en nueva
oficina mientras le lee la cartilla a Molly para que deje en paz a Lester. ¿Y
cómo se acomoda Bill en su nuevo despacho? Colocando su animal: un gran atún.
Al
ir a salir de la oficina, Molly ve con tristeza como están borrando el nombre
de Vern de la puerta, en un plano que ya vimos en el capítulo primero.
Volvemos al sótano de
Lester. Allí descubrimos que éste había guardado el martillo con el que mató a
su mujer dentro de la lavadora (dónde si no).
Y ahora, vuelta a casa de su
hermano, donde va a pasar unos días.
Allí, tras instalarse en la habitación de
Gordo, cena con la familia mientras ven el estúpido anuncio de Phoenix Farms
protagonizado por Stavros. Chazz ofrece a Lester salir a cazar el fin de
semana, su mujer le avisa de lo último que Lester querría es salir a cazar
pero.. Lester acepta para sorpresa de todos.
Es evidente que el cambio en él se está
produciendo al mismo ritmo que la infección de la mano, provocada por Lorne
Malvo. La misma por la que va a una farmacia a por algo para parar la
infección, pero Molly aparece por allí y Lester pone pies en polvorosa antes de
que le den el medicamento (no sin antes decirle a Molly que en vez de molestarle a él deberían andar buscando al “animal” que mató a su esposa).
La herida parece que seguirá
infectándose.
A la mañana siguiente Molly
conversará con su padre y le mostrará su preocupación por el asunto y sus
sospechas sobre Lester. Pero en esta escena quisiera detenerme en las aves,
especialmente los patos, que están por todas partes alrededor de Molly.
Ya dijimos
que en el primer episodio parecía que el equivalente a Marge (Frances
McDormand) iba a ser Vern, pero si nos hubiésemos fijado bien hubiésemos
observado que Marge en la película estaba asociada a las aves, especialmente a los patos... como aquí lo
está Molly.
Imágenes de la habitación de Marge en Fargo.
Por tanto, el equivalente de
Marge en la serie es, indefectiblemente, Molly.