En 1996 se estrenó la (posiblemente) mejor película de los hermanos Coen, Fargo. Al poco, ya quisieron hacer una serie de ella, con Eddie Falco de protagonista, pero la cosa no pasó del piloto.
Casi 20 años después, un tal Noah Hawley presentó un proyecto que se convirtió en la que es, a fecha de hoy, mi serie favorita de todos los tiempos. Hasta el año pasado ese puesto lo ostentaba Twin Peaks (que sé que te importa un rábano y que pasas de las listas de “lo mejor de” pero coño, entonces, ¿qué haces leyendo esta mierda?). Tras ver la serie Fargo por tercera vez, no tengo la menor duda de que esto es lo mejor que se ha hecho para la televisión.
Y a continuación voy a intentar explicar el por qué.
CAPÍTULO PILOTO: LA PARADOJA DEL COCODRILO
Todo empieza igual que la película homónima que inspira el relato. Una carretera, nieve... y una leyenda en pantalla: ESTA ES UNA HISTORIA REAL mientras suena una música muy parecida a la original de Carter Burwell. Y ni en el caso de la película, ni en el caso de la serie, es verdad lo que dicen los carteles. La historia no es real. Todo es mentira. Pero el espectador que se lo trague estará dispuesto a creerse, literalmente, lo que le pongan por delante porque pensará “bueno, supongo que por más bizarro que esto sea, pasaría así realmente”.
Y el primer personaje que conocemos: Lorne Malvo, interpretado por el gran Billy Bob Thornton, quien ya trabajó con los Coen pero... también trabajó en Un plan sencillo, de Sam Raimi, una película que guarda más relación con esta serie que la propia Fargo, ya que cuenta una historia similar (maletín con dinero encontrado, hombres que se transforman en lobos) con la misma moraleja (incluida la misma metáfora, ya que la de Raimi empezaba, literalmente, en un corral de gallinas que eran comidas por un zorro). Pero no adelantemos acontecimientos.
Lo asociamos en principio al color rojo, como vemos en el fotograma. Y será un personaje que nos será presentado desde detrás. De hecho, el encuadre asociado a él será el que muestre su nuca.
Mientras conduce, escucha una de esas cintas que más adelante descubriremos le gusta grabar de sus “presas” (y que se nota que son recurso para evitar un deus ex machina al final).
Entonces aparece el primer animal de la historia. Un ciervo. Esto es muy importante, ya que la serie va sobre eso: sobre el reino animal. Un ciervo provoca el accidente que causará no pocos problemas a Lorne. Aquí, nada más empezar la serie, ya se nos está adelantando la moraleja del cuento, que se sentenciará en el último episodio. Lorne es un depredador (un lobo)... pero el depredador puede ser vencido por la presa.
El coche vuelca, se le escapa la “presa” del maletero, Malvo dispara al ciervo moribundo y entonces... un sonido. El de una lavadora.
Vemos la lavadora. Estamos en la casa de Lester Nygaard (Martin Freeman).
Las referencias a la película son constantes, por supuesto, pero el autor sabe jugar con ellas. Lorne es el equivalente a los asesinos a sueldo que contrata el personaje de William H. Macy en la película, y Lester es el equivalente a este personaje: un tipo frustrado, un cuarentón perdedor al que todo el mundo insulta y ningunea, empezando por su propia esposa.
¿Y por qué lo primero que vemos es la lavadora? Porque Lester ES la lavadora. De hecho, de las primeras frases que dice Lester es que la lavadora hoy suena “como enfadada”. Durante todo el –brillantísimo- diálogo desayunando con su mujer (que lo trata como una mierda) escuchamos de fondo el terrible sonido de la lavadora enfurecida. Es el sonido interior de Nygaard, cómo se siente. Oímos, literalmente, su alma.
Nada es casual en la puesta en escena, con encuadres como el que lo muestra a él, con su mujer desenfocada junto a su cabeza, como una vocecita machacona, mientras de fondo, incesante, la furia interior (el sonido de la lavadora).
Bajamos con Lester al sótano (su propia conciencia), donde está la lavadora (su alter ego), y algo más, algo muy importante. Un póster donde leemos “¿Y si tú tienes la razón y los demás no?”. Ese cartel también forma parte de la conciencia de Lester y nos revela algo más. No es casual que sean animales lo que aparecen en el cartel. Peces. Ése es el animal de Lester. Si Malvo es un lobo, Lester es un pez. Al menos, por el momento.
Por cierto, si os fijáis en la imagen, veréis el reflejo de Lester metido literalmente en el bombo de la lavadora.
Pobre Lester. Pobre pececillo.
Y entonces vemos a Lester salir de casa. Lleva puesto un abrigo con el que lo identificaremos hasta el final de la serie. ¿Y de qué color es? Un momento, ¿dónde he visto ese color antes? Lester no es sólo un pez, es el pez que nada a contracorriente.
Sigamos.
Vemos a Lester en su trabajo. Como Jerry (William H. Macy) en la película, es un vendedor pésimo, y los clientes huyen de él. Los primeros clientes a los que le vemos tratar de vender un seguro –magistralmente elegidos por el inspiradísimo casting, que hace que cada personaje se quede en tu retina para siempre, que todos tengan personalidad y sean de un modo u otro peculiares- saldrán huyendo de la tienda.
Y es que el pobre Lester, para convencerlos de contratar un seguro de vida, les relatará las terribles cosas que les podría pasar en la vida... y que sucederán a este pobre cliente en el último capítulo de la serie.
Por cierto, que si miráis de nuevo el plano veréis a la derecha, en primer término y desenfocado, un premio a espaldas de Lester. El premio a “Mejor vendedor del año”. Alguien en la oficina lo ha ganado. Él no.
Todavía.
Ni que decir tiene que en toda esta sección de la serie la paleta de color asociada a Lester será... sí, gris.
Pobre Lester.
Funde su imagen con la de una lavadora. Nueva. Reluciente. Él la mira en un escaparate. Con deseo. La lavadora es él, su alma. Ojalá una nueva, que la que tiene es una mierda, está cascadísima. Pero claro, no se la puede permitir. Se jode con un alma renqueante y castigada.
Aparece Sam Hess con sus dos (imbéciles) hijos y, como hacía en el instituto, acosa al pobre Lester, en esta ocasión en presencia de sus vástagos. La cosa acaba con Lester estampado contra el escaparate de la tienda de electrodomésticos, rompiéndose la nariz.
No analizo en detenimiento el diálogo de la escena porque entonces no acabo nunca; pero cada frase, cada giro, es sencillamente genial, repleto de subtexto y de un humor tan brillante como inteligente. Tampoco me detengo en la planificación (Hess en planos contrapicados, por ejemplo) porque ya digo, no acabamos nunca.
Y en el hospital, por fin, en el minuto 10 de la serie, se produce el detonante de la historia. Lester va por su nariz, Malvo por el golpe con el coche. Allí hablan y Malvo, que disfruta tanto “cazando”, ve en la historia de Lester una posibilidad para jugar con una nueva presa (¿Lester o Hess?). Dice a Lester que si quiere él puede “encargarse” del que le ha hecho eso y le lleva jodiendo la existencia desde el instituto. ¿Sí o no? Lester no contesta directamente pero lanza un “sí” a una enfermera, y Malvo no necesita más.
¿Por qué hace esto por Lester? Por dos razones: una, él necesita pocas excusas para una cacería, como buen depredador que es. Y dos, porque el bueno de Lester al inicio de la charla le ofrece un refresco.
De nuevo, el diálogo en esta escena (que dura más de cinco minutos) es digno de un museo.
Tras el punto de arranque, conocemos más personajes de la trama. Molly Solverson, la agente de la policía que ha descubierto el coche siniestrado de Malvo y el jefe de policía Vern Thurman, en una escena muy similar a otra de la película original.
Vamos con él a su casa y resulta que su mujer, Ida, está embarazada. Un momento, ¿no estaba embarazada la agente de policía en la película? Ya está, ya tenemos otra equivalencia, este jefe de policía es el alter ego del personaje interpretado Frances McDormand.
De nuevo, una escena costumbrista de diálogo entre marido y mujer (al estilo de los Coen), romántica, divertida y brillante. No consiguen decidirse por el color del que pintarán la habitación del bebé.
Malvo va a visitar a Hess a su empresa, “para echarle un vistazo”, y allí vemos a sus hijos jugando con muñecas hinchables. Sí, cada escena es una pequeña joya, totalmente inesperada. Nunca, nada, jamás, es como te esperas, el autor siempre encuentra la forma de “aliñar” cada escena con elementos inesperados, originales, y que por supuesto siempre sirven al subtexto de la trama, además de hacerla más divertida y sorprendente.
Por cierto, que aquí escuchamos por primera vez el sonido de los cascabeles asociados a Lorne Malvo. Un sonido que se repetirá constantemente a lo largo de la trama. Si el sonido de Lester es el de la lavadora, el de Malvo son los cascabeles. Aparte, por supuesto, cada personaje tiene su leit motiv musical.
Los Nygaard van a visitar al hermano de Lester. De nuevo, como siempre, cada pequeño detalle está lleno de elementos que hacen de cada segundo algo excepcional. Llaman a la puerta. Lo normal es que les abran y punto. Pues no, abre su sobrino, con un gorro de pirata y les cierra de nuevo la puerta en las narices. Tienen que volver a llamar y, ya sí, les abre su cuñada. Y ya, con eso, conocemos cómo es su sobrino (que por cierto se llama Gordo). Nos han sorprendido, nos hemos reído y nos han presentado a un personaje. Todo en menos de cinco segundos de escena.
La escena siguiente retrata perfectamente a cada personaje. El hermano de Lester, Chaz, embadurnado en grasa preparando un jamón para la cena. Y Lester... bueno, sólo mira la imagen. ¿Quién coño bebe cerveza de una lata con una pajita?
Los hermanos Nygaard van al garaje, donde el guion planta unos pocos antecedentes. Las armas que Chaz colecciona, y que luego Lester utilizará para incriminarlo. Su armario “secreto”. Y... un momento, ¿qué es eso del fondo? ¿Un cepo? Si has visto la serie entera, pues ya estás viendo el cepo que al final Lester usará para “atrapar” al lobo.
De nuevo, una escena inspirada por los dioses tan bien escrita que ruboriza. Lester deja caer el arma favorita de su hermano por lo que éste empieza a descargar más mierda sobre él, insultándolo “a veces le digo a la gente que mi hermano está muerto” y llenando el vaso de Lester (o la lavadora, lo que sea) hasta que, dentro de poco, esté a una gota de rebosar.
Volvemos a la trama de Malvo y descubrimos la empresa de matones a sueldo que le encarga un nuevo trabajo en Duluth. Pero antes, Malvo seguirá a Hess hasta un club de streaptease.
De nuevo, el plano-nuca de Malvo.
Ve a Hess contratar los servicios de una prostituta y mientras disfruta de ellos (en un cuarto de mantenimiento del local) Malvo le clava un cuchillo en el cuello.
El corte entre esta escena y la siguiente es sublime. Justo cuando la chica va a gritar pasamos de súbito al silencio de la habitación del jefe de policía Thurman y el teléfono que suena. De nuevo, en una escena muy similar a otra de la película en que la agente debía acudir en medio de la noche a una llamada de emergencia.
- ¿Qué quieres que ponga como “causa de la muerte”?
- Pon que se explica por sí misma.
De nuevo, humor y diálogos brillantes en cada escena.
Y aquí conocemos a otro gran personaje, Bill, interpretado por Bob Odenkirk. Un agente mediocre, que no soporta la visión de la sangre. Lo opuesto a nuestros dos protagonistas, que aunque rurales y sencillos, poseen un gran sentido común e intuición. Hablan de la posibilidad de que este crimen esté relacionado con el crimen organizado en Fargo, con el que Hess estaba relacionado. Pero ya sabemos que no, esto es un tema personal, un capricho que Malvo se ha dado entre trabajitos.
Y nos vamos a él, que está registrándose en un hotel. Importante es que en este diálogo entre Malvo y la gerente del hotel –con la que de nuevo juguetea como un gato con un ratoncillo entre sus garras- se hable de animales. Ella le pregunta si tiene mascotas y él responde “¿y si traigo un pez?”. Y todo esto, con un pez de fondo. Y es que sí, es un pez lo que le ha traído ahí. Un pez llamado Lester Nygaard.
Por cierto que digno de mención es el peinado de Malvo. Es espeluznante precisamente porque no es espeluznante. Es casi nerd. Pero en un tipo como él, con el contexto que conocemos, funciona porque es –de nuevo- lo último que esperaríamos en el peinado de un asesino despiadado.
En esta escena volvemos a ver el gusto de Malvo por “jugar” con la gente. Pero, ¿qué hace exactamente Malvo con sus presas? Pues es como un vampiro, a los que no mata, los "transforma". Todo aquel que se cruza con él acaba cometiendo actos violentos: la mujer y su hijo en el motel; el hijo de los Hess al que llamará por teléfono... Lester. Y se nota que Malvo disfruta con ello.
En la siguiente escena conocemos a Lou Solverson (Keith Carradine), padre de Molly, que fue agente de policía, como ella, tiempo atrás, pero que a raíz de un terrible caso que le supuso la cojera que ahora vemos (y que será narrado en la segunda temporada de la serie) dejó el cuerpo. Ahora regenta un restaurante llamado simplemente Lou’s.
Vern llega y desayuna con Molly... y le asegura que ella llegará a jefa de policía, como lo es él. Algo que se cumplirá en el capítulo final de la serie, por cierto.
A continuación seguimos conociendo más personajes. En este caso, a la viuda de Hess, una ex bailarina de streaptease que ya por su aspecto vemos lo muy sentida que está por la muerte de su marido. Sus hijos y su abogado sí guardan el luto, por cierto. Malvo llama a la casa para seguir manipulando a sus presas, jugando con ellas: le dice a uno de los hijos que será el otro el que lo herede todo, estallando el conflicto entre ambos. Ah, y mientras, lo hace, suenan cascabeles.
De nuevo llega la policía y la resolución de la escena es tan divertida como memorable. Ah, por cierto, fíjense en la mesita. ¿Qué animal son los Hess? Ya vimos al señor Hess montar a una prostituta (y contó al propio Lester que se lo hizo con su mujer), y es que estos chicos luces no tendrán pero son unos auténticos sementales.
Ah, y seguro que ya te has fijado en que en el plano de la señora Hess hay también un animal.
Volvemos a Lester, cuyo jefe (de nuevo una elección de casting sublime) le encarga todo el papeleo por la muerte de Hess. Y aquí ya empezamos a escuchar los cascabeles sin que Malvo esté presente. No es necesario, igual que el sonido de la lavadora hace presente a Lester, el de los cascabeles trae la presencia de Malvo sin tener que verlo. Y es que, ¿qué se le viene a la cabeza a Lester nada más escuchar hablar de la muerte de Hess? Los cascabeles nos lo dicen: Lorne Malvo.
Volvemos a Lester, cuyo jefe (de nuevo una elección de casting sublime) le encarga todo el papeleo por la muerte de Hess. Y aquí ya empezamos a escuchar los cascabeles sin que Malvo esté presente. No es necesario, igual que el sonido de la lavadora hace presente a Lester, el de los cascabeles trae la presencia de Malvo sin tener que verlo. Y es que, ¿qué se le viene a la cabeza a Lester nada más escuchar hablar de la muerte de Hess? Los cascabeles nos lo dicen: Lorne Malvo.
E inmediatamente, en la siguiente escena, Lester tiene un encuentro con Malvo en una cafetería. Lester le recrimina lo que ha hecho pero Malvo le da una lección que es la base de la serie: no somos tan civilizados como creemos, hace poco estábamos subidos a árboles. Y es que, en esencia, somos animales. Y así funciona el reino animal. Con la mierda que nos hacen tragar (el jefe, la mujer, etc) o les demuestras que sigues siendo, en el fondo, una bestia, o acabarás desapareciendo (Darwim 1.1).
Otra cosa interesante es analizar la interpretación de Martin Freeman, tomando gestos y tics de William H. Macy en la película y añadiendo otros de su propia cosecha para crear un personaje hipnótico al que podríamos estar mirando hablar durante horas y seguiría siendo fascinante.
Volvemos a la comisaría, cuya escena comienza con un plano del nombre del jefe de policía grabado en el cristal. Este grabado, por cierto, volveremos a verlo en el capítulo siguiente. Vern habla con su mujer y deciden pintar la habitación de blanco. ¿Qué tonalidad de blanco? Eso no está muy claro así que Vern llevará muestras de pintura a casa esta noche para poder elegir.
Vern sale de la tienda de pintura con las latas y recibe un aviso de Molly, ha hablado con un testigo en el hospital que asegura que vio a Lester hablar con un desconocido sobre Sam Hess. Vern pasará por casa de Lester para comprobarlo.
En casa de Lester éste trata de arreglar la lavadora (su vida) pero es un puto desastre. Y aquí tenemos el resultado. La lavadora, como él, está que echa humo.
Por ello su mujer se burla de él y lo machaca... Lester no puede más y, siguiendo el consejo de Malvo, entra en acción de una vez. Mata a su mujer a martillazos. Salpicando el famoso póster. Y provocando el primer punto de giro de la trama.
Está claro el paralelismo entre este personaje y el de Larry en la película. Ambos maquinan contra su mujer y la acaban matando. Larry de forma inintencionada. Lester a mala leche. Y es que la serie irá mucho, muchísimo más lejos que la película.
En este sentido es admirable como el guión de la serie sigue el patrón marcado por la película pero es capaz de ahondar y aportar capas mucho más allá de lo marcado por aquella. Un trabajo soberbio.
A continuación, llamará a Malvo con la intención de tenderle una trampa y que parezca que ha sido él quien ha matado a su mujer; de nuevo con recursos de diálogo brillantísimos, como cuando contesta la recepcionista del hotel y él, sin saberlo, empieza a hablar como si fuese con Malvo... o que, por primera vez, el personaje –en pleno proceso de transformación- deje de usar la palabra “heck” por la palabra “hell”, mucho más fuerte y visceral.
Pero todo se complica porque el jefe de policía aparece en su puerta. La escopeta con la que él mismo pensaba matar a Malvo para incriminarlo acaba en manos de éste y dispara al agente.
Entonces sucede algo crucial en la historia. Un perdigón disparado por Malvo llega a la mano de Lester. Esta herida se infectará. Malvo ha infectado a Lester, y a medida que la serie avance veremos que esa infección irá a más.
Con el agente muerto en su salón y su mujer muerta en el sótano, ve que Molly llega también y tiene la idea de golpearse la cabeza contra la pared (donde está el póster de los peces) para que cuando ella lo vea esté también herido inconsciente en el suelo, como una víctima más en toda esta masacre.
Por cierto que mientras planea todo esto, muy de fondo, oímos el sonido de la lavadora. Ah, y si alguien tiene dudas acerca de qué animal es Lester...
Molly acarrea la dura tarea de informar a la mujer de Vern de su muerte, en una preciosa escena sin palabras. Nótese por cierto el uso de los botes de pinturas en el encuadre.
Saltamos a otro pueblo, Duluth, donde se nos presenta a otro personaje, Gus Grimly (Colin Hanks, hijísimo de), nuevamente de forma magistral. Es un agente de policía viudo y tiene una hija. ¿Cómo se comunica con su hija? A través de un walkie talkie. De nuevo, buscando la forma más original y a la vez metafórica de mostrar las cosas.
Por cierto que en Duluth la paleta de color tornará hacia los tonos anaranjados.
Gus detiene a Malvo por exceso de velocidad pero, de nuevo, en un soberbio tour de force dialogístico, Malvo escapa simplemente usando su poder de convicción (y mencionando a un nuevo animal-depredador para referirse a sí mismo: el dragón). Como hemos dicho, todo el que se cruza con Malvo o acaba muerto o acaba también convertido en depredador. Pero Gus no mata a nadie ni realiza ninguna acción violenta, ¿verdad?
¿Verdad?
¿Verdad?
Volvemos al hospital, donde está ingresado Lester. ¿Y qué escuchamos? La lavadora. Pero inmediatamente, Lester se percata de su herida, y un nuevo sonido. ¿Quién lo ha infectado? Exacto. Escuchamos los cascabeles.
El capítulo termina con Lou tratando de convencer a su hija de que deje el cuerpo de policía, es demasiado peligroso. Puede trabajar con él en el restaurante. Pero no. Ella seguirá haciendo lo que le gusta hacer.
Y es que Noah Hawley ha jugado con nuestras expectativas. El equivalente a Marge (Frances McDormand) en la serie no era Vern, sino Molly.
Y ésta va a ser su historia.
Con ella termina el episodio piloto de Fargo.
(CONTNUARÁ...)
(...si tengo constancia y paciencia, que lo mismo no paso de aquí).
1 comentario:
Excelente análisis!!
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