Todas las cosas, vistas en perspectiva, tampoco son tan malas. Hasta las peores.
Pero claro, eso lo pienso ahora, que veo las cosas en perspectiva.
Siempre
quise dedicarme a escribir. Con apenas nueve o diez años manchaba de tinta las páginas de cuadernos con relatos e historias. No eran
originales, a esa edad me dedicaba a "novelizar" las películas que me
gustaban. Por ejemplo, una película que seguramente ahora me
horrorizaría (o peor, me haría una gracia tremenda a pesar de pretender
ser de terror) llamada"Los Ojos del Gato". Me encantaba. Y me dediqué a
transcribirla en mi cuaderno escena por escena. Además, la sazonaba con
bonitos dibujos hechos a bolígrafo. Porque, con nueve o diez años, un
libro no tiene sentido si no trae dibujos.
Pocos años después,
creo que con once o doce años (vale, el salto no ha sido muy grande que
digamos), me regalaron mi primera videocámara y entonces me dediqué a
escribir guiones que luego grababa con mis amigos y mis primos (porque
cuando somos pequeños los mejores amigos son siempre los primos).
No
conservo prácticamente nada de todo aquello, ni los cuadernos ni los
guiones ni los cortos. Y tal vez sea lo mejor. Hay cosas qie están mucho
mejor en el recuerdo. Como "Los Ojos del Gato".
Ahora sí voy a
dar un salto. A los veintiún años ya escribía de forma habitual y
coseché mis primeros premios como autor teatral que me permitieron
entrar en el mundo del guionismo (sí, suena ridículo, pero se llama así
la cosa). Escribía por aquella época culebrones y programas de
televisión y me sentía el tío más afortunado del mundo.
Pero
claro, cuando escribes para el medio audiovisual, la Meca es el
largometraje. Y por suerte no tardó en llegar el primer encargo de uno. Éramos dos
guionistas, aunque luego en la película los créditos de guión estaban
llenos de gente. Entre el script editor, que era un señor que
simplemente leía el guión y nos decía lo malos que éramos, o el autor de
la historia que por lo visto era el director aunque yo jamás llegué ni a
conocerle, y así varios nombres de gente que jamás estuvo en ninguna de
las sesiones que nos pegábamos mi compañero y yo escribiendo hasta las
tantas.
La película resultante fue tan tremendamente mala que durante muchos años ni la incluí en mi currículum.
Tan
avergonzado estaba de aquel trabajo por encargo que acabé convencido de que si quería hacer algo que al menos me
gustase a mí, iba a tener que hacerlo por mi cuenta y riesgo, sin rendir
cuentas a nadie, ni a script editors ni a directores.
Así fue
como, durante muchos años de escribir basura televisiva y alguna que
otra pieza de la que sí me siento satisfecho, pude ahorrar el dinero
suficiente para montar una productora junto a un par de compañeras con las que siempre he trabajado y espero seguir haciéndolo muchos años.
Así, ya creíamos estar listos para hacer algo que,
al menos, no nos diese vergüenza mostrar o incluir en el currículum.
¿Un corto? ¿Una serie? Como no queríamos empezar la casa por el tejado
nos decidimos por algo más o menos sencillo y baratito, y como estaban
de moda las webseries, allá que produjimos una.
Y así nació el
primer hijo de nuestra productora, una webserie musical de siete
capítulos de animación hecha con muy pocos medios (como todas) y mucho
cariño (también como todas). Pensábamos que siendo lo primero que
producíamos, escribíamos, dirigíamos y hasta componíamos, sólo el hecho
de acabarla y sacarla a la luz sería ya un logro en sí. Pero tuvimos la
gran fortuna de que una cadena de televisión nacional se interesó por
ella y la emitió. Por supuesto, estábamos tan contentos con haberla
endosado a una televisión que no se nos ocurrió ni leer el contrato
antes de firmarlo. En resumen, simplemente diré que a día de hoy todavía
no he visto un euro por aquella "venta". Pero oye, la vio mucha gente y
hasta me invitaron a una fiesta de la cadena.
¿Y qué sería lo siguente?
Ya
habíamos hecho varios cortos y habíamos escrito y dirigido varios
documentales con más o menos acierto, pero yo aún tenía clavada la
espinita del largometraje. Sí, había escrito algunos y uno de ellos
incluso se había producido y emitido tropecientas veces en televisión,
pero sentía que este terreno aún era una asignatura pendiente.
Eso
sí, debía de ser un largometraje de presupuesto ínfimo dado que nuestra
productora era pequeña tirando a lo microscópico. Una única
localización, pocos personajes, sólo dos semanas de rodaje... con estas
premisas me puse a escribir un guión que tras varias versiones y no
pocos altibajos acabó siendo la obra más personal de cuantas he escrito
hasta la fecha. Justo lo que buscábamos, si nos íbamos a embarcar en una
aventura semejante, al menos que fuese para contar algo que de verdad
nos interesase y con lo que nos sintiéramos identificados.
Y así
rodamos nuestra primera película, fruto de la inconsciencia y de la
locura. Si en el equipo no hubiésemos estado todos tocados de la cabeza,
seguramente nunca se hubiera hecho, porque sólo había que mirar el
proyecto por encima para darse cuenta de que aquello estaba cogido con
pinzas y las posibilidades de éxito eran de una contra mil millones (este
tipo de comparaciones la aprendí de C-3PO). No fueron pocas las
ocasiones en que estuvimos a punto de tirar la toalla y abandonar el
proyecto, pero como digo, éramos lo suficientemente inconscientes y
lunáticos para seguir adelante con un proyecto que nos supuso una
auténtica ruina económica pero de una gran riqueza personal y artística.
En
otro post contaré más detalles sobre su consecución, sobre el
milagroso casting, sobre los 10 kilos que perdí, sobre la gran verdad
que hay tras el tópico de "ni niños ni animales"; pero por ahora
simplemente diré que ha sido una de las experiencias más dura, hermosa,
agotadora, gratificante y, en suma, maravillosa de toda mi vida.
Y
ahora, vista en la distancia, aquella peliculita que hice con veintiún
años tampoco estaba tan mal. Seguramente gracias a aquella, existe ésta
otra.
Si es que todas las cosas, vistas en perspectiva, tampoco son tan malas.
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