No
son pocos los festivales de cine de todo tipo en los que he estado,
bien como invitado porque se proyectaba/competía alguna cosa mía, o bien
trabajando, normalmente haciendo galas, como ya he contado en alguna que
otra ocasión por aquí.
Como
invitado he estado en muchos que daban vergüenza ajena (en uno el
premio en metálico que ganó mi corto me lo dio el propio presentador de
la gala en un sobre) y en algunos maravillosos, como el Sitges, que no
sé si me gustó por el festival en sí o porque Sitges es una de las
ciudades más maravillosas de este país/planeta/galaxia.
Ojo,
no confundir festivales de cine con mercados de cine, que son dos cosas
totalmente
diferentes. La semana pasada, de hecho, estuve en un mercado y más
adelante contaré la surrealista (aunque maravillosa) experiencia.
Uno
de los más destacados en los que he participado fue el Festival de
Venecia, donde nos invitaron a participar con nuestro primer
cortometraje.
Esta foto la tomé yo allí. |
El
Festival se celebra en agosto y cualquier excusa es buena para librarse
de los 50 grados de media que luce en ese mes mi ciudad natal. Por lo
pronto, hasta esa fecha, yo había montado en avión en muchas ocasiones,
sobre todo para ir a mi segunda ciudad natal, Londres, pero resulta que
el viaje fue tan movidito, con tantas turbulencias que hasta las
azafatas por poco acaban rodando por el suelo, que desde entonces tengo
que subir a los aviones como M.A., drogado y/o dormido (esta referencia
delata mi edad, lo sé).
Y
allá que fuimos. Nada más llegar, desde el aeropuerto hasta la islita
donde nos hospedábamos (el Lido) nos llevaban en una lancha motora en lo
que me parecieron unas mil horas, ¡pero qué lejos estaba la puñetera
islita! Una vez en tierra el hotel era la mar de mono y cuco, y lo más
importante, pagado por el propio festival. De ahí, a la sede del
Festival a por las acreditaciones. Para llegar a cualquier sitio en
Venecia te tienes que mover en lancha motora, Ferry, góndola o a nado.
Para ir del Lido a la sede del festival pasaba un ferry cada media hora
que siempre iba atestado de gente. Montados en él llegamos a la gran
sede del Festival, y hete aquí que nada más llegar una multitud de
periodistas se agolpaban para hacernos fotos y grabarnos con sus
cámaras. Joder,
y eso que sólo llevábamos un cortito de mierda. Pero no, es que justo
cuando nosotros nos apeábamos del barquito en el muelle, lo hacía Woody
Allen, que venía a presentar su última película. Sí, estábamos a medio
metro de Woody Allen, y por unos segundos pensábamos que la expectación
mediática la levantábamos nosotros. Criaturitas.
Y llegó la mañana en que ponían nuestra peliculita, en una sección llamada "Nuevos Territorios", que, según rezaba el catálogo, era un escaparate de lo más innovador del año a nivel mundial. Fíjate tú, que nosotros hicimos el corto tan "moderno" por ahorrarnos dinero porque lo hicimos sin un duro y pensamos "¿y si en vez de usar una cámara normal usamos una cámara de fotos y lo rodamos en plan 'fotonovela'?" Y ya ves, la carencia de medios nos llevó a la modernez más absoluta que hasta lo reconocían en Venecia.
Justo cuando estábamos entrando en la sala de cine donde iban a proyectar nuestro corto, nos paró el señor ése de Antena 3 que siempre está hablando del Papa en televisión y nos pidió que cuando acabara saliéramos a contestar algunas preguntas. Así, el corto se proyectó, yo sudé mucho (siempre sudo mucho cuando veo algo mío en compañía de otras personas porque pienso que lo van a odiar y, de hecho, yo lo odio muchísimo) y, cuando acabó, la gente se puso a aplaudir. Cuando cesaron los aplausos, mi compañera y yo nos levantamos para salir a que nos hiciera las preguntas el buen señor de Antena 3, pero la gente interpretó que nos levantábamos para seguir recibiendo aplausos, por lo que empezaron otra vez a aplaudir como locos y nosotros, avergonzados y sin saber qué hacer, nos quedamos de pie como tontos esperando a que la gente dejara de aplaudir... y la gente que no sabía si tenía que dejar de aplaudir hasta que nos volviéramos a sentar... y nosotros que no nos sentábamos porque nos esperaba el señor del Papa en la puerta... y así un par de minutos eternos.
Sí, a este señor lo conocimos allí. |
Volvimos a entrar en la sala donde estaban poniendo otra obra de ésas innovadoras que seguramente se quedaron sin dinero para terminarla y por eso era tan moderna. Debo reconocer que me pareció un truño de mucho cuidado. Pero ojo, mi corto también me lo pareció (como todas mis cosas cuando las veo en compañía de extraños) así que mi sesgado criterio del momento no es muy de tener en cuenta así que no ahondaré en lo horrosamente mala que era aquella basura que estaban proyectando cuando volvimos a la sala.
No tengo ni idea de por qué, pero nos quedamos tres días más en Venecia, a pesar de que una vez proyectado el corto ya no pintábamos nada allí. Bueno, no sé por qué, claro que lo sé. Y tú también. Paseos nocturnos por los canales, cenas en restaurantes al aire libre, cafés en la Plaza de San Marco (sí, de donde sale Indiana Jones por una alcantarilla... ante aquella alcantarilla se hacían más fotos los turistas que ante cualquier otro monumento). Y lo mejor de todo es que el majo del productor del corto, que nos acompañaba, nos invitaba a casi todo.
En una de esas cenas que él pagó (es que nosotros éramos muy pobres... bueno, y él también, pero tenía la cara menos dura) nos preguntó si teníamos alguna idea para un corto de ciencia ficción, que le apetecía aventurarse en ese género. Nosotros, inconscientes, le dijimos que sí, y así se fraguó nuestro siguiente trabajo juntos, una chapuza que nada tenía que envidiar en cutrez a la pieza que proyectaron tras nuestro afamado primer corto.
Pero ésa es otra historia, y ya la contaré en otro momento (si me acuerdo).
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