Definitivamente no. Al menos, en mi opinión. “Mad Max: Furia
en la Carretera”, por poner un ejemplo, tiene muchos más méritos para ostentar
este honor. Entonces, ¿por qué Iñárritu se ha llevado el Oscar a mejor director
del año? Porque una película como "The Revenant" funciona a muchos niveles que
hacen que el espectador crea que está ante una película bien dirigida cuando
realmente ante lo que está es ante una película bien hilada a nivel narrativo.
Que no es poco, lo sé, pero no suficiente, creo yo.
Lo que no soporto es ese afán del director de reiterar todo
el tiempo “mirad lo listo que soy”. Vale, eres muy listo pero... tío, dejas al
descubierto tus ases en la manga. A base de presumir de ellos. En “Mad Max”
Miller se dedica a dejarte sin aliento contando una historia que funciona y no
para ni un segundo a presumir, no estás todo el tiempo pendiente de “cómo están hechas las cosas” ni de
“cuál es el subtexto” sino de intentar respirar durante sus dos horas de
metraje. Aquí no, aquí a base de decirte “mira lo que hago” una y otra vez
Iñárritu satura al espectador.
Primeros planos de The Revenant.
Por poner un ejemplo, es como si un mago hiciese un truco
muy espectacular, de esos de quedarte con la boca abierta, pero está tan
orgulloso de ello que lo vuelve a hacer hasta tres veces seguidas y al final no sólo eres inmune a su efectividad sino que acabas diciendo “ah, ya
veo el mecanismo con el que está hecho”.
Es habitual hacer películas ecologistas con nativos
americanos (antes llamados “indios”) de por medio. Porque ellos vivían en
comunión con la naturaleza, no se consideraban ni por encima (como el hombre
blanco occidental que llega arrasando con todo) ni por debajo (como muchas
tribus africanas). Para ellos, la naturaleza y el hombre son una misma cosa en
perfecta comunión. Vale, hasta ahí, el mensaje de la película.
Mirad cómo sufro, dadme un puto Oscar.
Para expresar esto en la peli, por supuesto, mucha naturaleza, mucho árbol,
mucho bicho. Hasta se permite sobradas como "sólo voy a usar luz natural", que sea la naturaleza la que ilumine mis planos que esta peli es por y para ella. Ahora bien, ¿cómo hacemos la equivalencia y que la entienda hasta la pareja que entra en la sala sólo a meterse mano? Pues al protagonista (Leonardo
DiCaprio, el nuevo Tom Hanks, respecto a que es el ser humano con el que más
empatizamos cuando sale en una pantalla aunque no haga nada de nada porque lo
queremos, porque ya es uno más de nuestra familia, y cuando se llevó el Oscar
lo celebramos como si se lo hubiese llevado nuestro cuñado) le ataca un oso.
Este ataque, punto de giro de la película, supondrá su transformación de criatura frágil (se llama Glass, por cierto) a individuo en perfecta comunión con la
naturaleza y así “renacer” (a mitad de la película, cual Han Solo y Skywalker
al principio del “Imperio”, se mete a dormir dentro de un bicho por lo que su
“despertar” será, literalmente, un nacimiento, saliendo de la barriga del
animal) como un nuevo ser. Se ha transformado en ese oso que le ha dado una
nueva vida. Vale que Iñárritu le ponga pieles de oso todo el rato por si no
hemos pillado la cosa, vale que cuando al final se cambien las tornas y, ahora él transformado en oso lleve a cabo el ataque, se repita de
forma casi literal el combate (primero con un arma de fuego luego con un arma
blanca) para que veamos la analogía... pero, joder, ¿era necesario este diálogo?
-¿Es verdad que mataste un oficial?
-Sólo maté a un hombre que trató de matar a mi hijo.
–Responde Glass.
No, no era necesario, es reiterativo. Ya sabemos que el oso
intentó matarlo para proteger a sus oseznos y que el resto de la película es el
proceso de transformación de Hugh Glass en ese mismo oso, es decir, en la
naturaleza (¿has oído al lobo aullarle a la luna azul o has visto a un lince
sonreír?), a través de imágenes redundantes y completamente gratuitas. Este
diálogo está ahí únicamente porque el director se siente inseguro y piensa que los
espectadores no están a la altura de su metáfora y no vaya a ser que se pierdan
lo buena que es, que se la voy a explicar de mil formas diferentes. “¿Han visto
qué maravilla de truco? Pues lo voy a hacer otra vez, y otra, para que puedan
admirar lo buen mago que soy”. Y ahí tenemos catorce mil veces al pobre Leo
pasándolo fatal mientras descubre los colores del viento, sólo que no es una guapa
indígena llamada Pocahontas la que le proporciona estas revelaciones, sino un
puto oso con muy mala leche.
Amos, no me jodas.
A la película le sobra una hora y le falta sentido del
humor. No soporto las películas que no tienen absolutamente nada de sentido del
humor, pero bueno, eso ya es problema mío. De lo que desde luego no hay duda es de que Iñárritu, sea o no el mejor director del año, sí ostenta el título del más pedante. Hasta a la Coixet le ha ganado en eso. Que ya es decir.
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