La mayor parte de las veces el potencial de un proyecto de ficción se sustenta únicamente en la posible calidad de su guión.
Error.
En ocasiones es muy difícil –incluso imposible- que un guión transmita la grandeza de una obra.
El guión es la primera pieza de un puzzle mucho más grande que en ocasiones trasciende con mucho lo que el guión puede aportar.
Pongamos el ejemplo de dos personajes de series de televisión: Hugo, de “Perdidos” y Paulie de “Los Soprano”.
En ambos casos, sobre el papel es imposible comprender la enorme grandeza de ambos caracteres. El guión son palabras, manchas sobre papel. De hecho, leído, el personaje de Hugo puede parecer un estereotipo bastante aburrido y Paulie ni siquiera es un personaje, es un monigote que va de acá para allá. Pero la vida que les transmiten sus respectivos actores (Jorge García y Tony Sirico), el alma que les confieren hace que si en el papel pone que en una escena “Paulie está al fondo” es sólo una línea mientras que en pantalla ese fondo brilla de manera especial, ese fondo se llena de color, de vida, de alma, porque al fondo está Tony Sirico aportando un aura maravillosa que hace de Paulie un alma inolvidable, un retrato único, una gran presencia que, de pronto, aporta a la escena un hálito especial que en el guión sólo es una mancha en el folio que, seguramente, pasará desapercibida.
Es difícil valorar un proyecto de ficción cuando sólo se tiene un guión.
Yo diría que imposible.
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