Yo tengo en mi escritorio donde trabajo este diálogo impreso
que siempre leo llegado a una situación determinada como guionista.
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Soy el técnico de reparación de ordenadores que ha
pedido.
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Ah, pase, mire, aquí está el ordenador que hay que
reparar. No funciona.
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¿No funciona?
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No.
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Yo lo veo perfectamente.
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Pues está roto.
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No, no lo está.
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¿Uh?
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Que no está roto.
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¿Cómo?
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El ordenador. No está roto.
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Cómo que no está roto.
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Está perfectamente.
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Pero si no enciende.
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Es que eso es así, los ordenadores son así.
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¿Qué? Pero si he tenido ordenadores toda mi vida y
siempre han encendido.
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Pues no, hay ordenadores que no encienden, eso no
significa que esté roto.
¿Qué harías en esta situación? Despedir a este técnico y llamar
a otro, ¿no?
Pues así somos los guionistas muchas veces.
Si nos dicen que el guión está roto. El guión está
roto. Y, simplemente, es que nosotros somos incapaces de repararlo. Pero no por
atrincherarnos en que “el guión está bien” va a dejar de estar roto.
A veces es verdad que no vemos el problema, que a nosotros
nos funciona perfectamente. Pero nunca escribimos guiones para nosotros. NUNCA.
Así que, si al lector-espectador no le funciona, ES QUE NO FUNCIONA.
Y punto.
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