Si has visto Mi Amigo
el Gigante (si no, spoilers warning) ya sé que no te ha gustado mucho. Que
bueno, que vale, que se puede ver, pero que ni fú ni fá. Y voy a intentar
explicar por qué te pasó eso.
Lo primero, aclarar que (en mi opinión, como todo lo que
digo, claro está) esta película tiene, junto con E.T., uno de los mejores guiones de una película de Steven
Spielberg. Y estos dos guiones los firma la misma persona, Melissa Mathison,
quien falleció precisamente el pasado año antes de ver estrenada su última
obra.
Sin embargo, el resto de la película no está a la altura de
su extraordinario guión. Los efectos visuales son chuscos a más no poder, la
música anodina y sin alma, hasta el montaje resulta torpe y forzado, y el resto
de elementos cinematográficos no pasan del
aprobado por los pelos.
Qué ha podido suceder para que esto sea así lo desconozco,
pero sin duda el impresionante guión de Mathison hubiera estado en mejores
manos con otro equipo, ya que me da la impresión de que Spielberg (y su gente)
ha perdido ese toque mágico. Ya no es un jovenzuelo, y se nota. El Puente de los Espías, una película
seria y adulta, es intachable de principio a fin. Sin embargo, Mi Amigo el Gigante está hecha por
alguien que pretende ser el Spielberg de los 80... y no le sale.
Ahora bien, ¿por qué me gusta tanto el guión de esta
película?
Para contártelo voy simplemente a describir la película de
principio a fin.
La película arranca con Sophie (del griego “Sabiduría”), una
enésima versión de Alicia que seguirá a pies juntillas la narración Lewisiana,
poco antes de irse a la cama.
Los primeros minutos de película en el orfanato son los
únicos en los que ella estará despierta. Vemos el mundo a su alrededor y los
elementos que ella ve antes de acostarse, los cuales se llevará al mundo del
sueño y su subconsciente transformará en un gran sueño (como dicen en la
película “los sueños son rápidos por fuera y lentos por dentro”): un reloj (que
coronará la guarida del gigante), cuatro borrachos (que son los gigantes
malvados que después verá en su sueño, de hecho, son los mismos actores que
encarnan a esos monstruos), la manta que la arropará durante todo su viaje, la
sombra de un adulto que se asoma a ver si los niños duermen (una sombra gigantesca...
porque eso serán los adultos en su subconsciente: gigantes), una casa de
muñecas, que hace que ella sea una gigante a su lado... y ahí me voy a detener.
Y es que el gigante de su sueño es en realidad una
proyección de sí misma como adulta. Si en el sueño los adultos están
simbolizados por gigantes, el gigante protagonista es ella misma: cuando ella
pasa junto a la casa de muñecas lo hace igual que el gigante, de hecho ella
anda exactamente igual que él, que tampoco tiene padres, etc, etc.
Ella llega a su cama, se arropa y... justo cuando parece que
se va a dormir, aparece el gigante y se la lleva. Obviamente, la niña se ha
quedado dormida y desde aquí en adelante todo es un sueño.
El sueño, como en Alicia
en el País de las Maravillas sirve para explorar el subconsciente de la
niña. De hecho, durante el resto de la película constantemente se juega con el
concepto del sueño. De ahí los efectos “espejo” a lo largo de la obra, donde
vemos algo y su reflejo (la realidad vs el mundo del sueño) como por ejemplo
cuando entran literalmente en el reflejo del lago bajo el árbol... y allí es
donde se dedican a “cazar sueños”.
Hay un momento dado en que el gigante le dice que ha dado a
un niño un sueño donde es el amigo del Presidente de Estados Unidos... y poco
después vemos que ella se hace amiga de la Reina de Inglaterra, como el sueño,
sólo que aquí, como estamos en Inglaterra, no hay Presidente sino Reina. ¿Por
qué? Para llevarlo al imaginario de Alicia, donde, en su sueño, había también una
reina.
En esta exploración del subconsciente de la niña descubrimos
bastantes cosas interesantes: los adultos, en efecto, son gigantes chungos y
horribles. En un momento dado vemos cómo esos adultos llegan a la guarida del
gigante y se dedican a “romper los sueños”. En efecto, los adultos dan mal
rollito... como en casi todos los filmes infantiles de Spielberg, incluyendo E.T. De hecho, también en aquella
película durante todo el primer acto los adultos no existían, igual que en el
mundo de Sofía hasta llegar al Palacio de la Reina.
Pero entonces, ¿el gigante bueno?
Es ella, su proyección adulta.
La película da un paso más allá en el universo spielbergiano
(y mathisoniano) donde siempre la idea de crecer se asociaba a lo peor de lo
peor (Hook, E.T., etc). Aquí ella y
el gigante se complementan a la perfección (maravillosa la imagen donde se dan
“el dedo”, como en E.T.).
De hecho, el final de la película es muy esclarecedor. El
gigante siempre la escuchará, ambos estarán en sintonía y en perfecta comunión.
Los gigantes no tienen que ser malos necesariamente. En este caso Spielberg (y
Mathison) hacen las paces con el mundo adulto y nos dicen: si el adulto sigue
escuchando a su parte infantil, a su niña interior, ser mayor no tiene por qué
ser algo malo.
Esto es todo un logro en la filmografía de Spielberg.
Normalmente, sus moralejas (donde más claro se ve esto es en Hook) van por el lado opuesto. Lo peor
que te puede pasar es convertirte en un adulto. Claro que esto es herencia directa
de Peter Pan.
Estos creadores con Síndrome de Peter Pan crónico suelen ser
bastante estrictos en este sentido. Pero llegado a una edad más que adulta –de
hecho, a la vejez– Spielberg ve tanto la infancia como la madurez con otra
perspectiva y ambas las añora por igual. Claro que echas de menos ser niño
cuando creces... pero cuando tienes 70 años también echas de menos tener 55.
Y de eso va Mi Amigo
el Gigante.
Podría (y lo mismo lo hago en otro post) analizar elemento
por elemento –el uso de las gafas de la niña, la manta, los sueños– esta
exploración del subconsciente tan compleja como maravillosa que Mathison lleva
a cabo pero ya me ha quedado largo este post.
Eso sí, el guión (en mi opinión) tiene algunos problemillas,
y es que la parte que no es subtexto, o sea, el texto literal de la obra, al
querer complacer a los niños y al público menos exigente (en plan “oye, que
esta película no va dirigida a psicólogos, hay que hacer concesiones al público
objetivo”) se pasa en el tono infantil y tontorrón. Demasiado pedo, caca, culo,
pis.
Pero bueno, ¿qué guión es perfecto?
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