jueves, 21 de octubre de 2010

Sherlock

Este año BBC ha sorprendido con un nuevo lanzamiento veraniego donde retoma la figura del mítico Sherlock Holmes. Junto a Jesucristo y algún otro, de los personajes de ficción que más juego ha dado a los creadores audiovisuales.

Bueno, reconozcamos que tampoco era mucha la sorpresa después del éxito de la cinta de Guy Ritchie. Lo que sí ha sido una sorpresa es la inesperada calidad del producto televisivo.

Pero vayamos por partes.

Como muchos adolescentes, yo también tuve mi etapa Holmes y me empapé durante meses de todos los escritos de Conan Doyle sobre el pintoresco detective inglés. De hecho, cuando descubrí que ya no había más libros sobre el personaje, casi caí en una depresión que me ayudó a superar la buena de Agatha Christie (ay, Poirot, eres como la Pepsi de los detectives ingleses, a falta del original...).

Por ello, cuando Canal Sur emitió la serie clásica a principios de los noventa me hice fan absoluto, aunque no terminaban de convencerme muchas extrapolaciones del libro a la televisión. Pero ey, al menos podía ver las cosas en tres dimensiones y no con mi limitada imaginación.

De Sherlock se han hecho todo tipo de adaptaciones, desde aquel anime donde todos eran perros que hablaban (y que en mi infancia también me encataba) pasando por pseudoadaptaciones como House (cuyo nombre es una variación de “Holmes”, los creadores dixit) o Lie to me.

Tal es mi afición al personaje que este verano estuve en el 221B de Baker Street de la capital inglesa. Ya ves qué cosas. Sí, el término Geek lleva mi foto en el diccionario.

Y llegamos a esta nueva serie, creada por Mark Gattis y Steven Moffat y protagonizada por Benedict Cumberbatch y Martin Freeman (el adorable Tim de The Office).

Lo primero que se nota es que, en efecto, los creadores de la serie adoran al personaje mucho más que su propio creador original. Conan Doyle reconocía que no era fan precisamente de su detective, pero que si le reportaba beneficios...

Steven Moffat (Doctor Who) es incuestionablemente un gran admirador del universo Holmsiano. Una de las cosas que más llama la atención es que, a pesar de su extrapolación al Londres contemporáneo con todo lo que ello conlleva (móviles, internet, etc) los fans de la saga sentirán que ésta es la adaptación más fiel en mucho, mucho tiempo.



Para empezar, Sherlock jamás pronunció en las novelas las famosas palabras “elemental, querido Watson”, ésta es una frase creada para sus adaptaciones al cine y que en la serie tampoco existe. Ni Watson era un tipo regordete (ni tampoco un adonis con la cara de Jude Law, ojo... era, simplemente, un tipo normal, como Martin Freeman). Ni los personajes superaban los 40 años, ambos tenían treinta y pocos cuando se conocieron... ni tantas y tantas cosas que asociamos al detective proceden realmente de su autor Arthur Conan Doyle.

Así, de nuevo, me reitero en el hecho de que quizás estemos ante una de las adaptaciones más fieles al espíritu y elementos creados por Sir Arthur Conan Doyle.

Los elementos que sí asoció Doyle intrínsecamente a su detective están muy presentes en la serie: la lupa, el violín, el tabaco (parches de nicotina en los tiempos que corren)...

Todo en esta adaptación sigue fielmente el relato original y toda extrapolación es meramente para acomodarla a la nueva época (coches de caballos por taxis, etc). Incluso el origen de Watson como médico militar que sirvió en Afganistán, pues parece que los ingleses siempre se han estado matando allí por una razón u otra.

Cada capítulo supone la extrapolación de uno o varios libros. El primero, por supuesto, es titulado “Estudio en rosa” y, en efecto, es una adaptación fidelísima al archiconocido relato “Estudio en escarlata”, donde se narra el origen de la amistad entre el detective y el médico y se presenta a casi todos los peronajes secundarios: Mycroft, Lestrade, etc.

Los fans agradecerán especialmente el tercer episodio, donde Sherlock debe resolver nada menos que cinco casos, todos extraídos de las páginas escritas por Conan Doyle, aunque adaptadas al Londres del 2010.

Y, por supuesto, el final, el enfrentamiento con Moriarty, sustituyendo las legendarias cataratas por una piscina y con final en suspenso.



Notable la labor del realizador de dos de los tres capítulos, Paul McGuigan, que aporta un sello visual y narrativo tremendamente adictivo (cuando ves un capítulo, necesariamente siente sla necesidad de ver más). Y no lo es menos la labor de David Arnold y Michael Price en lo musical, creando una pegadiza banda sonora con influencias del trabajo original de Hans Zimmer para la película de Guy Ritchie (no todo va a ser original en la serie).

Por suerte, BBC ya ha anunciado más capítulos (no puedes ver mi cara de alegría, pero aquí está), y es que una de las pegas de la serie es que, la verdad, tres capítulos son muy pocos para lo adictiva e interesante que resulta esta (¿mini?)serie.

Y una curiosidad, el actor que interpreta a Mycroft, el hermano de Sherlock (un poco más lelo que en las novelas), es uno de los creadores de la serie y guionista del tercer capítulo, Mark Gattis.

2 comentarios:

Jesús Mesas dijo...

Hacía mucho tiempo que no entraba por tu blog, Ortuño. La verdad es que Sherlock es una pedazo de serie. Con "Doctor Who", "Skins" y "Misfits" (oh, joder, Misfits), son mis series británicas favoritas. Buen post.

Un saludo, maestro.

Ortuño dijo...

Encantado de tu regreso por estos lares. Me alegra que coincidamos en gustos británicos.

Greetings!