jueves, 23 de mayo de 2013

Recuerdos



Llega un momento en que los recuerdos son una niebla difusa que no sabes ubicar bien en el tiempo. Voy a intentar poner algo de orden en mis recuerdos haciendo una línea cronológica de los más importantes. Sólo los dignos de mención o esta entrada no acabaría nunca y, aunque sé que sólo la voy a leer yo en momentos de melancolía o nostalgia –o sea, varias veces al día el resto de mi vida- siempre viene bien ordenador las cosas.

Además, sirve de copia de seguridad de los recuerdos, que luego nunca se sabe cuándo te van a formatear el cerebro. Lo mismo un día me quedo viendo sin querer más Telecinco de la cuenta.

1977. Calle Eva Cervantes, 5, 3ºC. Sin recuerdos, claro, es el año en que nací. Pero sí recuerdo bastante bien el pisito donde pasé mis prmeros diez años de vida. Bastante mejor que el piso en el que pasé los diez siguientes.

1978. En realidad es el reuerdo de un recuerdo y no sé si será de este año, probablemente no, pero recuerdo que dormía en una cunita junto a la cama de mis padres y una mañana mi madre entró y levantó la persiana para que la luz del día me despertase. Ése es oficialmente el primer recuerdo de mi vida.

1979. Mi vida transcurría casi todo el tiempo en la habitación de mis padres, donde estaba mi cuna, pero pronto me pusieron un parque en la que sería más adelante mi propia habitación. Estaba atiborrado de juguetes y recuerdo que las paredes eran una especie de red de cuerda donde me gustaba enganchar los dedos.

1980. Ya tenía mi propia habitación junto a la de mis padres. Todo estaba prohibido en mi casa. No podía abrir la mayoría de muebles y cajones de mi habitación y absolutamente ninguno del resto de la casa. No debía salir de mi habitación y nunca, bajo ningún concepto, ir más allá del salón sin permiso. Ni falta que hacía, en mi habitación había tantos juguetes que podía pasar allí el resto de mi vida sin echar de menos el resto del mundo.

1981. Nació mi hermana. Ahora ella ocupaba la cuna junto a la cama de mis padres. Por ésta época recuerdo un día en que mi padre me llevó a una piscina y él no se metió en el agua en todo el tiempo, sólo esperaba pacientemente a que yo saliera del agua. Yo no me divertía, estar solo metido en una piscina pierde la gracia a los cinco minutos. Pero qué sabía él.

1982. Mi hermana, usando un andador, salió de la casa (no sé cómo) y cayó por las escaleras (recuerdo, vivíamos en un tercer piso). Se le hinchó toda la cara. Como solía suceder, la mayor parte de atención por parte de todo el mundo la requirió mi madre, a la que casi le da un ataque.

1983. Iba a una guardería donde hice una única amiga, Gema, con síndrome de down. Empecé prescolar tarde, cuando el curso ya estaba empezado y tuve que acoplarme (a esa edad) a una clase donde todos ya se conocían y controlaban las reglas de lo que era un colegio. Recuerdo que no estaba permitido levantarse del asiento, y ponían a un celador a vigilar cuando la profesora se iba (no sé a dónde). La primera vez que vi que otro niño estaba dando paseos por la clase en ausencia de la profesora, yo me puse a hacer lo mismo. Cuando la profesora volvió y vio mi nombre en la pizarra (a eso se limitaba la labor del celador, a escribir el nombre de los infractores en la pizarra) me castigó y tardé mucho en enterarme por qué.

1984. En toda mi infanca jamás tuve amigos de calle ya que mi madre no me dajaba salir de casa salvo para hacerle los recados (normalmente a una tiendecita al final de la calle a la que llamábamos "an cá Antonia" donde atendían ésta y su hija, la Chari) así que sólo estaba en dos sitios: en casa, donde jugaba constantemente con mi hermana; o el colegio, que odiaba con todas mis ganas. Me llevaba bien, no obstante, con mi profesora, la señorita Dori, pero no con el resto de compañeros, a los que odiaba. El sentimiento era recíproco, por supuesto Como mi madre a vaces iba a casa de una vecina, yo me hice amigo de su hijo, José Manuel, que también tenía una hermana pequeña, Lupita.

1985. Empecé a llevarme especialmente bien en el colegio con  dos compañeros, Fran y Edu. Al primero le perdí la pista a los 18 años. El segundo aigue siendo uno de mis mejores amigos. Por las mañana iba con mi padre a su trabajo, una tienda de repuestos dnde todo el mundo me llamaba Pepito y yo odiaba que lo hicieran. Luego el hijo de un compañero de trabajo me acercaba al colegio. El rato que estaba en la tienda lo pasaba dibujando. Dibujaba basante bien. Todo el mundo me lo decía hasta el punto de que ante la pregunta "qué quieres ser de mayor" yo respondía "pintor". Eso hacía mucha gracia a los mayores. A la pregunta "de qué equipo eres" yo respondía "odio el fútbol". Esto ya no les hacía tanta gracia.

1986. A partir de aquí tengo que seleccionar mejor porque ya empieza a haber un amplio surtido de recuerdos. Recuerdo que na vez mientras esperaba a que mi madre comprase en una tienda quise impresionar a dos niñas haciendo como que fumaba colillas que cogía del suelo. Mi madre me pilló y me preguntó por qué lo hacía y respondía que no lo sabía, lo cual era totalmente cierto. Como no podían castigarme sin salir de mi habitación porque nunca me dajaban salir igualmente, me castigaron metiéndome en la cama sin dejarme salir de la misma. Ese verano fuimos de veraneo a un camping. Siempre íbamos de veraneo a alguna parte con mis tíos, que tenían un hijo de mi edad (todo el mundo tenía un hijo de mi edad) y con el que ese año me peleé (no que discutiéramos ni dejáramos de hablarnos, sino que nos peleamos en plan agarrarnos del cuello e intentar tirarnos al suelo) porque mi hermana se estaba cambiando en la tenda de campaña y él intentaba entrar para verla cambiarse y yo no quería que la viese desnuda.

1987. Este año empezó el mundo de las niñas y el sexo. En verano (de nuevo en un camping, de veraneo con mis padres y los mismos tíos) empecé a tontear con una niña de mi edad llamada Eli pero lo eché todo a perder liándome con una alemana cuyo nombre no recuerdo. Fue mi primer magreo y mi primer beso.

(CONTINUARÁ...)

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