miércoles, 24 de diciembre de 2008

Trabajo, trabajo, trabajo

Todos los que me conocen dicen que soy un adicto al trabajo. ¿Y cuál es la cura para eso? El problema es que, tengo que reconocerlo, mi trabajo me gusta. Y mucho. Si tuviera que conducir un taxi 14 horas diarias seguramente no sufriría de tal trastorno.

Pero claro, ahora mismo ando con la enésima temporada de la serie infantil que, la verdad, me gusta mucho cómo está quedando.

Ando recogiendo los laureles del estreno del documental. Ha gustado mucho más de lo que yo esperaba. El otro día estuvimos en la presentación del DVD con tanta pompa y circunstancia que no sabía qué pintaba yo allí. Estaba hasta la Duquesa de Alba. Y yo allí en medio, con cara de pánfilo sin saber si a esta gente se le habla de tú o de usted. Pero, ¿saben qué? Luego nos fuimos a cenar con toda esta peña y me sentaron frente a Espartaco. Me pareció un hombre de lo más entrañable y divertido. Durante dos horas no paré de reír con sus anécdotas y comentarios. Una grata sorpresa.

Y el DVD ha quedado bastante bien. Hasta le han metido extras. Que supongo que a nosotros, los responsables, es lo que más nos gusta ver del disco porque el documental ya me lo he visto hasta cogerle asco.

Los dos largometrajes en los que ando enfrascado andan muy dispares. Uno (el de animación) va bastante bien. El otro, simplemente, no va. Se ha quedado más parado que los 4 millones de españoles que la crisis ha mandado al INEM.

Que ésa es otra.

La crisis. La puñetera crisis que me suena más a espectáculo mediático que a un problema real. Hay que tener poca ética para andar vendiendo todo tipo de motos con la crisis como reclamo (“¿Quién dijo crisis?”, “Menú Crisis”...). He llegado a contar hasta veinte reclamos publicitarios que usan la palabra crisis.

Señores, la crisis es algo mucho más serio que eso. Hay gente que tiene familia y que no sabe de dónde sacar para mantenerla. Los autónomos, que no tienen derecho a paro, se están suicidando (sí, de eso no hablan en las noticias, pero es cierto). Y yo, que aún no la he sufrido (por suerte no me falta el trabajo) la veo desde la barrera con pavor. Porque el día que me llegue, teniendo dos hipotecas que pagar, voy directo al pavimento desde la ventana de mi salón nuevo.

Así que seguiré siendo un adicto al trabajo. Y ojala ese mal me dure muchos años.

1 comentario:

Isabel dijo...

Me llevo tres días sin visitar tu blog y lo llenas, jejjejeje. Como se nota que estamos en semi-vacaciones.
Te echo mucho de menos...
Isa.