domingo, 20 de diciembre de 2009

Avatarados

Repitan conmigo: “es sólo una película”, “es sólo una película”.

Que no. James Cameron ni ha descubierto la cura contra el cáncer ni ha cambiado la historia del cine. Porque ni alcanzar las mejores cotas hasta la fecha en la simulación de las tres dimensiones oculares en un plano bidimensional como es una pantalla de cine; ni lograr el hiperfotorrealismo en los gráficos por ordenador pueden considerarse logros terminales como lo fueron en su día la introducción de color o del sonido en el cine.

¿Y qué hecho en falta en Avatar? ¿Un mejor guión? ¿Interpretaciones más cuidadas? ¿Más mesura en su metraje? ¿Más profundidad en su (maniqueo) mensaje?

No, nada de eso.

El guión es el que necesita este vehículo de lucimiento técnico. Las interpretaciones están a la altura (sobre todo las de los Na’vi). En ningún momento se me hizo larga. Y el mensaje, aunque maniqueo y oportunista, al menos parece que es sincero (que ya es algo, ¿verdad señor Spielberg?).

Lo que yo echo en falta en Avatar es a Gale Anne Hurd. Todos los que nos dedicamos a esto de escribir necesitamos una Gale Anne Hurd al lado. Una pareja con la suficiente confianza (y criterio) para decirnos: “eso es una basura”. Normalmente la gente no es sincera con las obras ajenas pero las Gale Anne Hurd pueden serlo hasta el dolor físico. Y aparte de la formación y el sentido común, lo que más necesita un artista es una Gale Anne Hurd al lado que le diga “tira a la basura el segundo rollo de Alien” o “el final ése de Abyss es una puta mierda”.

A Avatar, para ser perfecta, le ha faltado únicamente eso: una Gale Anne Hurd como dios manda. Pero ya no la hay. Y es lo único que temo de Battle Angel, el megaproyecto en el que Cameron lleva trabajando desde antes incluso que Avatar.

Seguro que Battle Angel es una pasada, pero no será perfecta porque... ya no hay ninguna Gale Anne Hurd.

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