domingo, 15 de mayo de 2011

The Office


Allá por el 2004 (sí, el mismo año que “Perdidos”, los calendarios de la televisión mundial deberían haberse puesto a cero ese año) aparecía en la televisión británica un novedosísimo formato televisivo obra de los geniales Ricky Gervais y Stephen Merchant. Se trataba de “The Office”.

Aquel formato era tan original, sorprendente, único y, sobre todo, divertido que inmediatamente los americanos lo hicieron suyo como sólo ellos saben hacerlo: con un remake.

El remake era exactamente igual que el original pero de menor duración y con un humor mucho mas depurado y, por supuesto, al ser un formato americano, con más ritmo y empaque. Además, su protagonista, Steve Carrel, bordó el mejor papel de su carrera con una recreación del personaje interpretado por Gervais que le valió todos los premios habidos y por haber. Como a veces ocurre (no siempre) los americanos lograron superar el original.

Así, el formato americano de “The Office” en su primera temporada, aunque no genial, sí que resultaba brillante.

Además, con este formato pasó algo que tampoco suele ocurrir (que se lo digan a “Desperate Housewives”): la serie fue mejorando temporada tras temporada.

Y este año la serie ha llegado a su séptima temporada (la inglesa no pasó de la segunda). Una temporada brillante, magnífica, cuidada, tremendamente divertida y... trágica. Porque Steve Carrel, su protagonista, dice adiós a la serie. Así, los últimos capítulos de la temporada se han dedicado, precisamente, a la despedida de su personaje, Michael Scott.

Sólo por eso ha valido la pena que Carrel se fuera. Los capítulos han sido además de divertidos (como siempre) muy emocionantes y emotivos. Reconozco que verlo arrastrar su maletita por el aeropuerto, alejándose de cámara, me hizo saltar la lagrimita. Y cuando Scott se quita (finalmente) el micro y pregunta “¿esto se emitirá algún día?” casi me da algo de la emoción.

Adiós Michael Scott, te echaremos mucho, pero que mucho de menos.

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