jueves, 1 de noviembre de 2012

Perspectiva

Todas las cosas, vistas en perspectiva, tampoco son tan malas. Hasta las peores.

Pero claro, eso lo pienso ahora, que veo las cosas en perspectiva.

Siempre quise dedicarme a escribir. Con apenas nueve o diez años manchaba de tinta las páginas de cuadernos con relatos e historias. No eran originales, a esa edad me dedicaba a "novelizar" las películas que me gustaban. Por ejemplo, una película que seguramente ahora me horrorizaría (o peor, me haría una gracia tremenda a pesar de pretender ser de terror) llamada"Los Ojos del Gato". Me encantaba. Y me dediqué a transcribirla en mi cuaderno escena por escena. Además, la sazonaba con bonitos dibujos hechos a bolígrafo. Porque, con nueve o diez años, un libro no tiene sentido si no trae dibujos.

Pocos años después, creo que con once o doce años (vale, el salto no ha sido muy grande que digamos), me regalaron mi primera videocámara y entonces me dediqué a escribir guiones que luego grababa con mis amigos y mis primos (porque cuando somos pequeños los mejores amigos son siempre los primos).

No conservo prácticamente nada de todo aquello, ni los cuadernos ni los guiones ni los cortos. Y tal vez sea lo mejor. Hay cosas qie están mucho mejor en el recuerdo. Como "Los Ojos del Gato".

Ahora sí voy a dar un salto. A los veintiún años ya escribía de forma habitual y coseché mis primeros premios como autor teatral que me permitieron entrar en el mundo del guionismo (sí, suena ridículo, pero se llama así la cosa). Escribía por aquella época culebrones y programas de televisión y me sentía el tío más afortunado del mundo.

Pero claro, cuando escribes para el medio audiovisual, la Meca es el largometraje. Y por suerte no tardó en llegar el primer encargo de uno. Éramos dos guionistas, aunque luego en la película los créditos de guión estaban llenos de gente. Entre el script editor, que era un señor que simplemente leía el guión y nos decía lo malos que éramos, o el autor de la historia que por lo visto era el director aunque yo jamás llegué ni a conocerle, y así varios nombres de gente que jamás estuvo en ninguna de las sesiones que nos pegábamos mi compañero y yo escribiendo hasta las tantas.

La película resultante fue tan tremendamente mala que durante muchos años ni la incluí en mi currículum.

Tan avergonzado estaba de aquel trabajo por encargo que acabé convencido de que si quería hacer algo que al menos me gustase a mí, iba a tener que hacerlo por mi cuenta y riesgo, sin rendir cuentas a nadie, ni a script editors ni a directores.

Así fue como, durante muchos años de escribir basura televisiva y alguna que otra pieza de la que sí me siento satisfecho, pude ahorrar el dinero suficiente para montar una productora junto a un par de compañeras con las que siempre he trabajado y espero seguir haciéndolo muchos años.

Así, ya creíamos estar listos para hacer algo que, al menos, no nos diese vergüenza mostrar o incluir en el currículum. ¿Un corto? ¿Una serie? Como no queríamos empezar la casa por el tejado nos decidimos por algo más o menos sencillo y baratito, y como estaban de moda las webseries, allá que produjimos una.

Y así nació el primer hijo de nuestra productora, una webserie musical de siete capítulos de animación hecha con muy pocos medios (como todas) y mucho cariño (también como todas). Pensábamos que siendo lo primero que producíamos, escribíamos, dirigíamos y hasta componíamos, sólo el hecho de acabarla y sacarla a la luz sería ya un logro en sí. Pero tuvimos la gran fortuna de que una cadena de televisión nacional se interesó por ella y la emitió. Por supuesto, estábamos tan contentos con haberla endosado a una televisión que no se nos ocurrió ni leer el contrato antes de firmarlo. En resumen, simplemente diré que a día de hoy todavía no he visto un euro por aquella "venta". Pero oye, la vio mucha gente y hasta me invitaron a una fiesta de la cadena.

¿Y qué sería lo siguente?

Ya habíamos hecho varios cortos y habíamos escrito y dirigido varios documentales con más o menos acierto, pero yo aún tenía clavada la espinita del largometraje. Sí, había escrito algunos y uno de ellos incluso se había producido y emitido tropecientas veces en televisión, pero sentía que este terreno aún era una asignatura pendiente.

Eso sí, debía de ser un largometraje de presupuesto ínfimo dado que nuestra productora era pequeña tirando a lo microscópico. Una única localización, pocos personajes, sólo dos semanas de rodaje... con estas premisas me puse a escribir un guión que tras varias versiones y no pocos altibajos acabó siendo la obra más personal de cuantas he escrito hasta la fecha. Justo lo que buscábamos, si nos íbamos a embarcar en una aventura semejante, al menos que fuese para contar algo que de verdad nos interesase y con lo que nos sintiéramos identificados.

Y así rodamos nuestra primera película, fruto de la inconsciencia y de la locura. Si en el equipo no hubiésemos estado todos tocados de la cabeza, seguramente nunca se hubiera hecho, porque sólo había que mirar el proyecto por encima para darse cuenta de que aquello estaba cogido con pinzas y las posibilidades de éxito eran de una contra mil millones (este tipo de comparaciones la aprendí de C-3PO). No fueron pocas las ocasiones en que estuvimos a punto de tirar la toalla y abandonar el proyecto, pero como digo, éramos lo suficientemente inconscientes y lunáticos para seguir adelante con un proyecto que nos supuso una auténtica ruina económica pero de una gran riqueza personal y artística.

En otro post contaré más detalles sobre su consecución, sobre el  milagroso casting, sobre los 10 kilos que perdí, sobre la gran verdad que hay tras el tópico de "ni niños ni animales"; pero por ahora simplemente diré que ha sido una de las experiencias más dura, hermosa, agotadora, gratificante y, en suma, maravillosa de toda mi vida.

Y ahora, vista en la distancia, aquella peliculita que hice con veintiún años tampoco estaba tan mal. Seguramente gracias a aquella, existe ésta otra.

Si es que todas las cosas, vistas en perspectiva, tampoco son tan malas.

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