miércoles, 28 de febrero de 2007

Castigos creativos

Ahora, con el tiempo, imagino que lo que ocurría es que mis padres desviaban toda su creatividad hacia los castigos que me imponían. Claro, como no pudieron desarrollar carreras artísticas acordes a sus aspiraciones...

Eran realmente originales en eso de imponerme castigos. Recuerdo que una vez me pasé casi todo el día sentado en una silla. Una de esas sillas sevillanas de mimbre y madera. En eso, y nada más, consistía el castigo: pasarme todo el día allí sentado sin poder moverme para nada. No recuerdo a que se debió aquello, tal vez me puse los calcetines del revés o cometí alguna salvaje gamberrada similar, pero el caso es que no me acuerdo, sólo me recuerdo a mí mismo, preguntándome qué podía aprender yo de todo aquello. Evidentemente, nada.

Acabo de caer en una cosa, al referirme a este tema estoy hablando en plural cuando en realidad debería hacerlo en singular porque, verdaderamente, mi padre jamás me castigó ni me puso la mano encima (que yo recuerde). Sin embargo, mi madre era la típica que me amenazaba con eso de “cuando llegue tu padre te vas a enterar” o “verás cuando se entere tu padre”, cuando en realidad mi padre pasaba bastante de todo eso y nunca me dijo una palabra más alta que otra. Y lo peor de todo es que aquellas amenazas funcionaban y conseguían asustarme, lo cual me deja en una posición bastante incómoda porque, bueno, tal vez vaya siendo hora de reconocer que, además de gordo, era bastante imbécil.

1 comentario:

La del tronco. dijo...

Eras un niño. No eras imbécil, eras inocente. Flagélate sólo por las cosas reales. Por las otras, no.


:)