Llamé a mi amigo y jefe de prensa del cortometraje para comunicarle que había recibido una ininteligible llamada desde Italia, por si él sabía algo. No sabía nada, claro. Pero a los cinco minutos me volvió a llamar él:
- Oye, ¿cuánto hace que no abres el correo electrónico que abrimos para el corto?
- Pues... bastante.
¿Para qué mirar el correo electrónico de un cadáver? Las necrológicas nunca me han apasionado, y mucho menos las cartas de rechazo de los Festivales de Cine. Pues bien, en el correo electrónico hacía varios días que se acumulaban los correos del Festival de Venecia. Lo habían seleccionado para ser proyectado allí.
Llamé a Venecia para confirmarlo. Así, entre el italiano, el español y el inglés me enteré de que llevaban varios días intentando ponerse en contacto conmigo porque les interesaba proyectar el cortometraje dentro de una sección experimental denominada “Nuevos Territorios”. O los italianos tenían un gusto pésimo, o tal vez el corto no estaba tan mal como yo empezaba a pensar (la posterior selección en festivales importantes me acabó convenciendo de que el corto, efectivamente, merecía por lo menos un aprobado). Llamé a todo el mundo. Y cuando digo todo el mundo no es un eufemismo. En ocasiones como ésta es cuando te dedicas a llamar a todo el mundo para darles la noticia, aunque sea gente que te caiga mal (me atrevería a decir que, especialmente, a estos últimos). Tras mandar todos los impresos por mail, comprar los billetes para Venecia y realizar todos los trámites, comenzó una campaña en los medios de comunicación que yo nunca habría ni imaginado que algún día podría protagonizar. Resulta que de España sólo iban a Venecia un par de trabajos españoles, y uno de ellos era el nuestro. Eso, unido a que en verano, aparte de las olas de calor (ese año se pusieron de moda los “golpes de calor”) no hay muchas noticias, motivaron el inusitado interés de la prensa nacional por nuestra participación en Venecia. Pasamos algunas semanas de locos: de la redacción de un periódico, a la pecera de una radio, al plató de una televisión.
El teléfono sonaba a todas horas, si no era la SER, era alguna otra emisora de radio que quería que entráramos en directo para hablar de nuestro logro. Y es que era todo un logro, hacernos un hueco el mismo año en que el director del festival de Venecia decía que había habido poca participación española porque nuestro cine estaba “en crisis”... y nosotros exhibiendo nuestra peliculita en la misma sección donde se proyectaban los últimos trabajos de Oliver Stone o Jonathan Demme. Qué cosas.
El viaje a Venecia así como la estancia allí es justo lo que te imaginas. Tanto la organización como el resto del festival en general funcionaba a las mil maravillas. Yo que incluso he trabajado en algún fe

Aquello apareció en todos los medios nacionales e incluso internacionales e hizo que muchos festivales que nos habían dado el “No, gracias” ahora se interesasen por nuestra pequeña obrita experimental. El año siguiente nos lo pasamos de festival en festival, comiendo gratis y durmiendo en hoteles mucho mejores que aquel en el que me declaré hacía ya unos años.
Fue precisamente en Venecia donde el productor, que vino con nosotros, nos propuso la idea de realizar otro cortometraje, éste más ambicioso y complejo que el primero, y que finalmente realizamos con –creo- bastante menos suerte y acierto que esta primera obrita.
Pero eso es otra historia, y ya hablaré de ella más adelante (si me acuerdo).
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