jueves, 4 de noviembre de 2010

Mi semana

Ha sido ésta una semana de lo más curiosa.

Por un lado, ha sido el cumpleaños de una amiga y la pobre ha sido objeto del regalo más original (y tal vez lamentable) que he hecho en toda mi vida. Le he ragalado una cesta repleta de pan y picos además de tres botellas de vino y un jamón ((WTF?). La razón es que la susodicha cesta me tocó en un concurso de radio y, francamente, no soy yo muy aficionado a los picos y molletes en cantidades industriales, ni bebo vino, y como no me lo coma a mordiscos, no sé cómo va el tema de cortar un jamón. Sí, inútil hasta para eso.

Por cierto, saludos, espero que te aproveche, pues sé que me estás leyendo ahora... ¿qué narices vas a hacer con tanto vino si, como yo, eres abstemia?

Además, el pasado lunes tuve un rodaje de lo más accidentado. No quiero entrar en detalles pues estando en caliente es fácil decir cosas de las que uno se arrepiente luego (y más ponerlas por escrito que, como dicen en La red social, en internet no se escribe a lápiz sino a tinta) pero sólo diré que no suelo montar en cólera con facilidad y ese rodaje logró sacar al Atila que hay en mí.

Más cosas curiosas. O al menos lo son para mí.

Me han llamado para participar como contertulio en un programa de televisión sobre Antoñita Colomé.

Ya sé que estás intentando buscar el significado de la frase anterior. Cuando lo encuentres, por favor, me lo cuentas.

Por otro lado, de nuevo, me encargo de escribir el programa especial de Nochebuena. Este año me han llamado más tarde que nunca para hacerme el encargo, por lo que pensaba que ya me habían jubilado en estas labores. Pero no, siguen recurriendo a mi ingenio y maestría para escribir diálogos a Chiquito de la Calzada, labor ésta que no cualquiera puede llevar a cabo.

Y, lo más curioso: se me fundió una bombilla de mi estudio. Esto puede carecer de importancia salvo por el hecho de que en mi estudio no tengo lámparas sino unos foquitos la mar de modernos que van metidos en el techo. Y claro, lo que estéticamente queda precioso de la muerte a efectos prácticos puede convertirse en una pesadilla. Y es que el hecho de cambiar la dichosa bombilla me costó dos horas y media de tiempo (sin exagerar, es literal el dato), un ataque de nervios y una contractura en el cuello, además de un cuchillo roto (mis herramientas para la tarea fueron: una linterna, un cuchillo, una escalera y el rey de un tablero de ajedrez... pero no voy a explicar ahora cómo las usé o esta entrada no acabaría nunca).

Lo dicho, una semana curiosa, y la que viene se presenta aún más memorable, pero ya escribiré sobre ella cuando la haya sobrevivido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajajaja yo estuve en tu rodaje y no se te noto para nada que montases en cólera

Ortuño dijo...

Es que disimulo muy bien, Sr./ Sra. Anónimo.

Saludos estresados.