sábado, 19 de junio de 2010

Otro estreno

Cuando escribes teatro es con la esperanza de que los que luego van a sacar ese texto del papel para subirlo a un escenario lo hagan con algo de dignididad. No digo brillante, ni siquiera bien, sólo con que no dé vergüenza ajena ya habremos logrado el objetivo primordial por el que algunos inconscientes escribimos teatro.

Cuando hace exactamente una semana fui al teatro a ver una obra escrita por mí sentí, curiosamente, que había logrado ese objetivo.

Vale, dudo que este año en los Tony digan mi nombre, ni en los Max ni siquiera en los premios de obras teatrales del Hogar del Jubilado de mi barrio (nótese lo respetuoso que soy en el uso de las mayúsculas). Pero, oye, al menos lo que vi era digno. Y eso ya es un logro.

Normalmente cuando voy a ver una obra escrita por mí en la cola para entrar voy rumiando mi reacción al término de la misma: ¿me largo sin decir nada? ¿miento descaradamente dando la enhorabuena a los chicos? ¿finjo un ataque de alien (esto es, un dolor de estómago tan grande que me hace convulsionar hasta que una criatura con forma de pene sale de mi esternón... ¿qué esperabas que fuera si no un ataque de alien?)?

Y, de hecho, mientras hacía cola para entrar al ¿teatro? (luego explico el uso de los interrogantes... por cierto, ¿has visto lo que me gusta usar paréntesis? ¿y lo largo que los hago que casi consigo perder el hilo de la narración original que los precede? ¿he dicho casi? borra el casi... ¿dónde estaba? ¿de qué iba a este post?).

Pero no, oye, la obra resultó breve, amena y divertida.

Breve: 45 minutos.

Amena: no bostecé, ni me aburrí.

Divertida: la gente se rió y, por tanto, yo me reí. Normalmente no me río con mis obras porque ya me sé los chistes, me los he contado a mí mismo como mil veces y en algún momento dejaron de tener gracia. Pero si la gente se ríe, me río por sguir el rollo y porque, entonces, vuelvo a descubrir que los chistes eran graciosos.

Lo mejor: los actores. No me dieron ganas de saltar al escenario y darles una paliza con trapos mojados (que no dejan marcas). Algo que hacía tiempo que no me pasaba en presencia de actores que están actuando (es decir, en cualquier momento de sus vidas, incluyendo cuando duermen).

Lo peor: el ¿teatro? Bueno, en realidad era el Centro de Arte de no sé qué. Vamos, uno de esos sitios que parasitan esta ciudad definido con tres siglas de las cuales las dos primeras son una C y una A. No sé si era el CAT (Centro Andaluz de Teatro), el CAD (centro Andaluz de Danza), el CAL (Centro Andaluz de... ¿limpieza? No, a juzgar por el estado de los servicios definitivamente no es eso) o qué, porque además son todos exactamente iguales y ya no consigo distinguirlos, la verdad. Era un sitio lamentable para representar una obra teatral, y más de danza-teatro, como era este espectáculo. Pero oye, no se puede tener todo.

Enhorabuena a los chicos de la compañía, que hicieron un trabajo estupendo (en serio).

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes miedo a que arruinen tu obra, pero ¿nunca te has preguntado que quizas el problema este en que tu obra es mala?

Ortuño dijo...

Por favor, eso no es que me lo pregunte, es que ni se cuestiona. Si parto a priori de que la función va a ser un desastre es, en primer lugar, porque la he escrito yo, lo cual ya garantiza un alto nivel de mediocridad. Aunque luego se suele sumar una actuación lamentable y una puesta en escena acorde con el texto (esto es, bochornosa) para tener el atroz cuadro completo. Pero en este caso, algo falló en el proceso habitual y, para mi sorpresa, la cosa no fue tan deplorable como era de esperar (me informaré sobre quién fue el responsable de romper tal cadena de atrocidades y daré parte al respeto para que se abran los correspondientes expedientes disciplinarios).

Saludos anónimos.

Anónimo dijo...

¡Zas, en toda la boca!

Carlos dijo...

Sigo varios blogs y no entiendo la manía que tienen algunos de entrar en los sitios escudándose en el anonimato nada más que para joder y molestar. En fin, suerte con la obra!!!