miércoles, 15 de agosto de 2007

Las virtudes de un profesor

¿Quién no querría ser profesor? Lo que en otros representan pecados capitales en el profesor son virtudes. A saber:

Afán de dominación. El profesor debe dominar, imponerse sobre otros, es una cualidad que se le exige y que debe mantener del primer al último segundo de su reinado en el reino del aula.

El orgullo. El profesor debe ser orgulloso.

La inmodestia. El mejor profesor es aquel que practica la inmodestia, para ser respetado por aquellos que debe dominar y no ser tomado a chufla por éstos el profesor debe, cuanto menos, aparentar ser mejor de lo que es.

Hablar y hablar. El profesor habla y es escuchado, a la fuerza. A él se le exige hablar, a los otros que le escuchen. Y no sólo eso, sino lo que en la vida normal es inconcebible: a los otros se les obliga a escuchar con atención.

Superioridad. El profesor debe ser un ser superior. Y si no lo es, parecerlo.

Vanidad. Un profesor debe ser vanidoso. Pues es contemplado, como un actor, por un público. Y ay del profesor que no sea vanidoso y cuide su ego, pues su inseguridad ante el más exigente de los públicos (el alumnado) le hará perder las otras cualidades antes enumeradas.

Controlador. El profesor debe controlar. Lo que en el mundo normal nadie permitiría, en el reino independiente del aula es obligatorio. Debe haber un dominador y un dominado. Indefectiblemente.

Desobediencia. El profesor no está obligado a obedecer, y sí a que le obedezcan.

Y ojo, si por casualidad el profesor perdiera o renunciase a cualquiera de estas cualidades virtuosas, dejaría de ser llamado buen profesor. Sería mediocre y, en el peor de los casos, perdería este importante puesto. Cuanto más ostente y haga ostentación de ellas, más valorado y respetado como profesor será. Así es el reino independiente de las aulas.

Pero cuidado, que no es lo mismo ser profesor que maestro. A un maestro se le suponen unas virtudes bien distintas de las enumeradas anteriormente. Pero de ellas hablaré en otra ocasión. Si me acuerdo.

Así pues, ¿quién no querría ser profesor?

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