jueves, 2 de agosto de 2007

La familia


El filósofo chileno Alejandro Jodorowsky es de esos pensadores que hasta que no haya muerto no obtendrá el debido reconocimiento. Mientras, los que conocemos quién es y qué hace reflexionamos a veces sobre sus ideas.

Dejando aparte la calidad de su cine, bastante lamentable en algunos casos, hay un pensamiento sobre todos los demás de los que propugna Jodorowsky que sí llama poderosamente mi atención. Y es cómo todos estamos poderosamente influenciados por nuestras familias, lo que él llama la psicogenealogía. Para mí, un determinista convencido, esto es sin duda un caramelo demasiado bueno para dejarlo pasar.

En efecto, la suma de las vidas, vivencias y personalidades de todos los miembros de nuestra familia, desde nuestros bisabuelos a nuestros hermanos, determina en su totalidad tanto qué somos como qué seremos.

El distanciamiento que siempre he practicado hacia mi familia no es fruto de un impulso repentino, ni siquiera de una decisión meditada. Es lo que debía ser, y punto. ¿Qué se puede esperar después de crecer en el seno de una familia donde el abuelo materno se pasa años peleado con sus hijos mientras la abuela paterna se la pasa haciendo chantaje emocional y todos los hermanos andan enfrentados unos con otros (por poner dos ejemplos de disfuncionalidad familiar)? Bueno, así visto la verdad es que parece el perfil medio de cualquier familia del mundo. Y tal vez lo sea.

La última desventura de este engendro de familia es digna de tv-movie barata: resulta que mi abuela está en las últimas, enferma y sin movilidad (a su edad, lo normal). Mi madre, que es bastante pesadita, se pasa el tiempo cuidando de ella, cosa que irrita a mi abuelo (no me pregunten por qué), el cual interpone una demanda contra mi madre, por la que el juez decreta una orden de alejamiento. Sí, en efecto, mi madre tiene una orden de alejamiento de mi abuela. ¿Puede ser más patético? ¡Sí! Sigamos. Para cargarse de razón ante el juez, mi abuelo (el que demanda) usa como testigo a su hijo, el cual atestigua que mi madre vejó, insultó y amenazó a su madre (mi abuela). Por supuesto, él no fue testigo de nada de esto puesto que nada de ello sucedió realmente (como él mismo reconoce en una conversación telefónica que mi hermana grabó pero que no sirve como prueba ante ningún juez). Y ésta es sólo una de tantas amenas anécdotas con las que me deleitan mis familiares de cuando en cuando.

¿Es de extrañar ante semejante panorama que yo sea un tipo retraído, solitario, descastado? Tal vez yo lo tenga fácil, puesto que me ha tocado una familia de circo de la que es fácil sacar conclusiones. Pero piense en sus familiares, en todos ellos, en las relaciones entre ellos y con usted, y seguro que empieza a entender cosas acerca de sus comportamientos y hábitos de vida.

Somos lo que mamamos.

Amén.

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